Mi experiencia en el WAGC adonde llegué por casualidad y la relación con Hideo Otake

Hugo Scolnik

21 de octubre de 2018

En 1998 teníamos la regla de que el jugador que hubiese ido N veces al WAGC no podía ir por N+1 años. La idea -discutible- era que esa regla le permitía a los jugadores más débiles ir a competir al Mundial Amateur y ganar experiencia. Un día jugando por el Torneo Argentino jugué contra Diego Ruiz, sobrino de F.Aguilar e hijo de Carlos Ruiz un querido amigo mío, colega matemático con quien trabajé varios años. En la partida me equivoqué y realmente estaba perdido, pero seguimos jugando y de repente Diego metió la pata seriamente y pude ganarle. Terminamos, seguimos charlando, y me dice: felicitaciones, vas a Japón (algo de lo que no tenía conciencia ni lo había pensado).

Al empezar se hizo el torneo, y me toca nada más ni nada menos que enfrentar a Japón! Al bajar del escenario los periodistas de la TV me preguntaban cómo me sentía al respecto y les dije entre risas que eso no era lo importante sino lo que iba a pasar en Toulouse (mundial de fútbol donde Argentina le ganó 1-0 a Japón). Claro que al japonés (Hiraoka Satoshi)le cayó mal el sorteo porque yo iba a tener mal desempeño, y eso no lo ayudaba en el torneo. Entonces hicieron “la gran Grondona” y sortearon de nuevo. Me tocó Dmitri Yatsenko (6d) de Ucrania que me ganó sin problema.

Algo muy bueno fue la relación con H. Otake, un tipo macanudo y que nos llamaba no por nuestros nombres sino por país, o sea que yo era Argentina. Me dijo que se divertía mucho con los latinos y por eso nos invitaba continuamente. Una noche nos llevó a un restaurant carísimo donde nos sentamos en el piso alrededor de una mesa circular. Al terminar le hizo una seña a su hermana para que le pasara su rebosante billetera que empezó a circular de mano en mano para llegar a él. Al llegarle a César Muñoz (4d España) este sacó su escuálida billetera y la cambió por la de Otake gritando furikawari, algo que nos hizo reír mucho.

Al salir estaban los dos Mercedes Benz de Otake esperando por nosotros. En el que subí estaba la hermana a quien le pregunté si jugaba al Go, y me dijo que si. ¿Juega con su hermano? ¿No, cómo voy a jugar contra él? ¿Y su nivel cuál es? Soy solamente 2p. ¡Guau!

Fuimos a nuestro hotel y en un gran salón se armaron muchas partidas. Le pedí a esta señora si me podía enseñar algunas cosas, a lo cual accedió amablemente. Pero era como empujar a una pared, no encontraba manera de arrimarme a su nivel.

Un día yo estaba charlando con Juan Carlos Carrillo (3d Chile) y apareció Otake quien nos “desafió” a que jugásemos contra él. Empezamos, y Carrillo a la segunda jugada se mandó algo estrambótico, Otake se río, y se mandó a mudar. Yo tenía ganas de matarlo a Carrillo porque jugar un rato contra Otake era un hecho histórico para dos amateurs.

En otro momento me vinieron a buscar Ricardo Quintero (5d México) y Carrillo para decirme que había un empresario que pagaba por jugar contra él. Fuimos a una sala, y efectivamente ese empresario iba acompañado por un secretario que nos entregaba dinero según los resultados. Al terminar, vino un japonés que no hablaba inglés, pero que planteaba problemas de Go. Carrillo se dedicó a un problema marcando secuencias en el tablero con sus dedos, y el japonés hizo un comentario que no sonaba muy bien. Dado que había aparecido un traductor le pedí que nos dijera lo que había dicho, y era obvio que no quería hacerlo. Al final, y ante mi insistencia, tradujo: usando los dedos cualquier idiota resuelve problemas. En otros viajes a Japón por razones científicas vi actitudes similares de los profesores con los alumnos en la universidad de Tokio.

¡No hay como la pedagogía!

Para mí fue una muy linda y buena experiencia pues conocí a mucha gente interesante.

 

 

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