Primera parte del relato de Fernando Aguilar sobre su participación en el Torneo Mundial de Go - Oza Toyota Denso llevado a cabo en Japón en 2002.
19-03-2002
AQUÍ ME PONGO A CONTAR.
Todavía excitado por la experiencia que acabo de vivir, me viene el impulso de volcar en el papel esta mezcla de sentimientos.
Creo que no exagero si digo que esperé 20 años a que llegue un momento como éste, y ahora que se produjo me dan ganas de compartirlo con la gente que quiero.
Si este escrito se pone meloso en algún momento, se deberá a mis dificultades para expresar la emoción que me embarga. Pido disculpas por anticipado.
EL VIAJE.
Como me sucedió en oportunidades anteriores, surgieron dificultades que pusieron en duda mi posibilidad de viajar a Tokyo.
Recibí por correo el pasaje aéreo dos días antes de la fecha de salida. El itinerario previsto era: vuelo de cabotaje Formosa - Aeroparque, taxi a Ezeiza, vuelo a Miami y conexión a Tokyo por American Airlines.
Dado que no tengo visa de Estados Unidos, se me ocurrió llamar por teléfono a la empresa en Buenos Aires para chequear si todo estaba en orden y no tendría problemas con la escala en tránsito. Para mi asombro, el empleado de American me dijo que en Miami hay una reglamentación especial según la cual los pasajeros que viajan en tránsito sin visa deben permanecer un mínimo de cuatro horas en el aeropuerto. Como mi vuelo de conexión no cumplía con ese requisito, la empresa no podría embarcarme en Ezeiza. Me dijo también que mi pasaje tenía una tarifa alta (de clase económica pero sin descuento) y que llamara al día siguiente para ver si me podían reprogramar el viaje.
Llamé a la embajada norteamericana en Buenos Aires para averiguar si habría posibilidades de gestionar en forma urgente una visa de tránsito. Me respondió una grabación de unos 20 minutos de duración que explicaba hasta el mínimo detalle los requisitos para gestionar una visa, después de lo cual me atendió un hombre que me dijo que dada mi situación de urgencia podría darme un turno para la semana siguiente (o sea, cuando yo tenía que estar ya de vuelta).
Al día siguiente llamé nuevamente a American y me atendió una empleada muy atenta que tomó debida nota de mi situación y se comprometió a buscarme una alternativa de viaje vía Nueva York. Cuando le expliqué el motivo de mi viaje, me dijo que conoce el Go.
En principio consiguió armarme un recorrido haciendo dos escalas: en Nueva York y en San José de California. La dificultad era que debido a que los vuelos a Tokyo estaban llenos, la reserva que me consiguió llegaba un día después del previsto y salía de regreso también un día más tarde. Le expliqué que con ese plan de viaje llegaría a tiempo para el partido pero no para la ceremonia de apertura, y quedó en averiguarme si se producía una vacante para el día en que yo necesitaba viajar.
Con la cuarta comunicación telefónica recibí confirmación de mi viaje por la ruta alternativa en el día y horario adecuados. Faltaban 24 horas para la salida.
Para mantener el suspenso hasta el final, el avión de cabotaje llegó a Formosa con atraso y de esa manera se comprometía mi llegada a Ezeiza con la suficiente antelación.
A partir de la llegada a Aeroparque todo empezó a salir bien. Tomé un remís que me llevó rápido a Ezeiza, donde llegué una hora y media antes del vuelo. Empecé los trámites con le gente de seguridad, que después de hacerme las preguntas de rigor y revisar mi equipaje, me hizo pasar adelante de la larga cola que había. A continuación, la chica que me hizo el despacho tuvo que re-emitir mi pasaje completo. Como terminó poco tiempo antes de la hora de salida, me acompañó personalmente hasta la sala de pre-embarco. Recién cuando estuve a bordo pude relajarme por primera vez.
En las escalas de tránsito debía estar permanentemente acompañado por personal de la empresa. En Nueva York me recibió una negra muy simpática que me llevó a la sala de clase ejecutiva donde pude tomar un café y descansar una horita en un sillón cómodo. En San José, en cambio, apenas hubo tiempo para salir de un avión y abordar el otro.
Sin mayores incidentes llegué al aeropuerto de Narita y de ahí en ómnibus hasta el hotel Akasaka Prince, donde tenía la reserva. No pasaron 10 minutos desde que llegué a la habitación cuando me llamó Suzuki para llevarme el dinero de la estadía y el programa de actividades. Cuando le conté los problemas que tuve con el itinerario de viaje me dijo que la organización se haría cargo del día adicional de estadía que tendría que permanecer en Tokyo.
EL SORTEO.
El lunes 18 de marzo por la tarde se realizó la ceremonia inaugural en un salón del mismo hotel.
Después de los acostumbrados discursos y el brindis correspondiente hubo un tiempo para degustar todo tipo de exquisiteces saladas y dulces. A continuación se procedió a realizar el sorteo. Pasó primero el equipo de Japón, compuesto por 13 jugadores encabezados por Yoda Norimoto, quien pronunció un discurso en el que agradeció a los organizadores por la invitación.
Luego pasaron los equipos de Korea y China, con 7 jugadores cada uno y discursos a cargo de Cho Hoon Hyun y Chen Zude respectivamente. Por la zona de Asia, África y Oceanía clasificaron un chico de Taiwan que el año pasado jugó en el Mundial Amateur y esta vez demostró nuevamente su incapacidad para hablar en público, y un jugador que por lo que entendí es un amateur muy fuerte de Hong Kong. También se presentaron en el escenario un muchacho de Sudáfrica y un chino de Australia que perdieron en la ronda final clasificatoria.
Por último nos tocó el turno a los "occidentales": Alexander Dinerchtein, un ruso 7-dan amateur jugando por Europa, Huiren Yang, un profesional 1-dan de Norteamérica, y un servidor. A Dinerchtein le tocó jugar con Yu Bin 9-dan de China, y Huiren Yang sacó la bola que indicaba que se enfrentaría con O Rissei 9-dan de Japón.
A cada uno nos hizo una pregunta James Davies, quien luego tradujo al japonés las respectivas respuestas. Cuando me llegó el turno, después de retirar la última bola que quedaba, Davies me preguntó cómo me sentía para el partido contra Hasegawa Sunao 9-dan de Japón. Contesté que muy feliz, pese a que sabía que tenía pocas chances, y agradecí a los organizadores y patrocinadores porque una experiencia como ésta resulta muy valiosa para los jugadores de Centro y Sudamérica.
En el salón había figuras legendarias como Go Seigen, Kato Masao, Rin Kaiho y Otake Hideo, quien se acercó a saludarme. Me puse a conversar con James Davies y Ozawa (del "staff" de la Nihon Kiin), y en eso se acercó el propio Hasegawa Sunao para darme sus saludos. Me dio la sensación de que estaba contento por enfrentarse conmigo.
LA PREPARACIÓN PREVIA.
Creo que en un enfrentamiento de estas características hay dos puntos que influyen a favor del jugador más fuerte: la diferencia de conocimientos y el factor psicológico.
El primer factor es irreversible: un profesional tiene toda una vida de entrenamiento que el amateur no tiene. El segundo se apoya en el primero: la estatura del rival parece agigantarse, inhibiendo la propia iniciativa o creatividad.
En ocasiones anteriores tuve desempeños aceptables contra rivales profesionales por la Copa Fujitsu: en 1989 contra Liang Wei Tang de China mantuve la paridad o estuve en ventaja durante las primeras 100 jugadas según comentario de Ohira Shuzo 9-dan; en 1992 jugué un muy buen fuseki contra Otake Hideo, aunque después no pude sostener el juego; en 1999 jugué bastante bien contra Chou Chun Hsun de Taiwan y perdí por 10 1/2 puntos; en 2001 me ganó claramente Rin Kaiho desplegando un juego magistral, pero mi apertura y medio juego fueron razonables. También me tocó jugar con Michael Redmond de Norteamérica (1994), con Yoo Chang Hyuk de Korea (1998) y con Zhou Heyang de China (2000), pero en esos partidos quedé insatisfecho con mi juego.
Si no pude mejorar mis desempeños fue porque en algún momento del partido me jugó en contra el factor psicológico. Así que esta vez decidí tomarme en serio la preparación en ese sentido.
En el Go es fundamental la armonía: de las piedras trabajando eficientemente en combinación unas con otras, y la armonía interna personal que se refleja necesariamente en el tablero.
Un amigo psicólogo social me habló de la "teoría del grupo interno" de Enrique Pichón Riviere. La idea es la siguiente: en el subconciente de cada uno conviven una serie de personajes que se van incorporando con la vida de relación. Esos personajes pueden tener las más diversas características: amable, autoritario, firme, permisivo, activo, pasivo, etcétera, y puede que en ciertos momentos estén en paz unos con otros y en determinadas circunstancias se "peleen" y provoquen un conflicto interno.
Esta teoría da lugar a una técnica que consiste en "llamar a reunión" al grupo interno propio y proponerle un tema para discutir, como por ejemplo la resolución de determinado problema al que uno no le encuentra la vuelta. Para permitir las "deliberaciones" es necesario relajarse y acallar la mente conciente, entrando en un estado de semi-somnoliencia. Es común que al cabo de un rato o al día siguiente aparezca desde el subconciente algún tipo de respuesta al problema que se había planteado.
Cuando uno no está en armonía, los personajes del grupo interno tironean para un lado y para el otro y oscurecen el campo para que la mente pueda pensar con tranquilidad. Traduciendo en palabras las imágenes oníricas propias del subconciente, el grupo interno podría tener un diálogo como el que sigue:
-Si le ganás al profesional vas a ser el tipo más genial del mundo.
-Nunca vas a ser capaz de hacer una cosa como ésa.
-¿Quién dijo que los profesionales son imbatibles?
-¿Te parece que un flojo amateur de Sudamérica le puede ganar a un profesional de primer nivel de Japón?
-No hay que pensar en el resultado.
-Etcétera.
Estas voces no se perciben de manera audible, sino que operan en forma subterránea. Si uno tiene que tomar una decisión como por ejemplo sacrificar un grupo o hacerlo vivir, este ruido de fondo perturba la mente y suele provocar traspiés en los momentos más inoportunos.
Los días previos al partido (incluyendo las horas de vuelo) dediqué cierto tiempo a realizar "asambleas" de mi grupo interno. La intención fue "resolver las internas" de mi subconciente antes del partido para llegar ese día fresco y con la mente tranquila.
En los últimos períodos de relajación que tuve empezó a aparecer la imagen de Otake Hideo junto con la de otra gente querida, y ahí me di cuenta de que el ejercicio estaba dando resultados.
El otro punto de la preparación tenía que ver con lo estrictamente goístico. De Hasegawa Sunao sabía poco, salvo que es 9-dan de la Kansai Kiin. Tomé entonces mi colección de revistas de la Fujitsu y revisé las partidas de los jugadores de esa procedencia para ver si descubría algo.
Noté en algunos casos una tendencia a jugar "overplay", o recíprocamente hacer un juego pasivo. Sabía que mis chances eran pocas aunque no nulas, y mi oportunidad se daría únicamente si mi adversario no daba en la tecla con lo que requería la posición.
No le vi sentido entonces a preparar una estrategia especial para la apertura. Solamente ensayé algunos fusekis para ver con cuál me sentía más cómodo. Decidí jugar nirensei tanto con negras como con blancas, salvo que mi adversario jugara komoku, en cuyo caso combinaría un hoshi con un komoku.
EL DESARROLLO DEL PARTIDO.
La noche anterior al partido dormí entrecortado porque todavía tenía los efectos del viaje en avión y el cambio de horario. Sin embargo, amanecí muy tranquilo y con buen espíritu para ir a jugar.
Nos llevaron a todos los que estábamos hospedados en el hotel en un ómnibus charter hasta la Nihon Kiin. Mientras esperábamos en el "lobby" del hotel se me acercó Huiren Yang y con una sonrisa me dijo que él había sacado la bola por mí. Se refería a que a él le tocaba jugar con O Rissei.
En el camino conversé brevemente con Alexander Dinerchtein, quien me dijo que mi rival era el jugador que él hubiera querido tener como oponente, dado que era uno de los 9-dan más flojos.
Llegamos con anticipación, así que me di una vueltita por el sector donde iba a estar el público y me acerqué al salón de juego cuando se aproximó la hora de comienzo.
El árbitro era Kudo Norio 9-dan, quien faltando un minuto para las 10 de la mañana dio la orden de sortear los colores. En los minutos previos, mientras estábamos sentados frente a frente, Hasegawa revisó la cartilla de presentación de los jugadores y advirtió que mi fecha de nacimiento era unos meses anterior a la suya, así que me pasó las piedras blancas para hacer el nigiri.
Tomé una cantidad abundante de piedras y mi adversario adivinó correctamente que se trataba de un número impar, así que le correspondió jugar con negras.
Ante su primera jugada en komoku respondí en hoshi de acuerdo al plan. A continuación jugó otro komoku en diagonal, y entonces ocupé el cuarto rincón en komoku. Había imaginado una apertura basada en hoshi, pero me encontré jugando el tradicional tasuki fuseki.
Naturalmente continuó con un shimari (Negro 5), y ahí me detuve a pensar algunos minutos porque se me ocurrió la idea de desarrollar una estrategia basada en permitir que hiciera dos shimaris. Finalmente la descarté y jugué kakari (Blanco 6) para continuar luego con una pinza baja de tres puntos (Blanco 8). Era una apertura que estudié hace casi 30 años en el libro "Modern Joseki and Fuseki Vol. 2" de Sakata Eio.
El juego subsiguiente se apartó de los lineamientos tradicionales porque mi adversario jugó una contra - pinza con Negro 9 (el planteo moderno, en lugar de desarrollar su shimari) y yo opté por dejarme confinar en ese rincón a cambio de establecer posiciones en ambos bordes (Blanco 10 y Blanco 24).
En el comentario que hicimos después del partido, Hasegawa criticó su juego en la secuencia hasta Negro 23. El hecho es que fijó la posición e impidió futuras acciones contra mi rincón, dejándome en una situación cómoda.
Después de un joseki que siguió a un kakari contra mi hoshi (Negro 25), jugué de manera de achatar su posición contra el borde (Blanco 30). En general el partido se estaba desarrollando de manera normal.
Cuando interceptó (Negro 39) una extensión larga mía, salté hacia el centro (Blanco 40) con la piedra que había quedado separada y reforcé el grupo que quedó confinado en el rincón (Blanco 42), acordándome de la estrategia que había desarrollado Diego en su partida con Eduardo por el Torneo Argentino.
Llegamos así a mi jugada Blanco 44, donde se produjo el primer incidente. La jugada evidente era una extensión de un punto en tercera línea contra el lado bueno de su shimari, pero en el sector opuesto tenía la posibilidad de penetrar en su posición, o al menos hacer un kikashi para inhibir su desarrollo. Me pasa a veces que ciertas jugadas resultan demasiado tentadoras y me apuro a hacerlas pasando por alto que hay otros puntos más grandes o urgentes.
Hasegawa contestó (Negro 45) mi jugada de manera que quedé con una posición sólida pero a costa del sente, y a continuación me atacó en el sector donde yo debí reforzar (Negro 55).
El ataque resultó ser severo y pronto me vi en la disyuntiva entre moverme con dos grupos débiles o reforzar uno y arreglármelas con el otro. Si decidía lo primero iba a trabajar muy bien su influencia, así que tomé el segundo curso de acción (Blanco 60).
La segunda disyuntiva apareció cuando tuve que decidir qué hacer con mi grupo atacado; opté por sacrificarlo (Blanco 68) y producir un furikawari, entrando como compensación en el rincón que había ocupado con su shimari.
Considero que Hasegawa tomó ventaja en esta escaramuza, pero a continuación hizo una jugada sólida (Negro 79) para asegurar la captura y me permitió agrandar el rincón que acababa de conquistar (Blanco 80). Este punto fue la segunda crítica que hizo Hasegawa de su juego.
Sobrevino lo que parecía ser una lucha de ko, pero yo opté por dar atari por abajo (Blanco 86) con la intención de conectar por el borde. Hasegawa podría haber conectado frente al atari dejando mal aji en el rincón, pero no vio la secuencia de continuación.
En cambio fue a jugar en el sector opuesto (Negro 87 y 89) donde yo previamente había establecido una posición sólida. Entonces invertí una jugada (Blanco 90) para capturar las dos piedras que habían quedado en atari y con eso conecté mis grupos de manera segura y quedé con una buena porción de territorio. Además, contestó eliminando el aji de mi grupo capturado (Negro 91), así que pude volver a jugar en el otro sector (Blanco 92).
Se acercaba la hora del corte para el almuerzo y el partido se desarrollaba a un ritmo regular. Logré pasar la crisis producida por mi jugada apresurada del comienzo del medio juego, y la captura de mi grupo no le daba a mi adversario ventaja territorial pero sí un importante atsumi que hacía sentir su presencia en el centro del tablero.
A continuación, Hasegawa presionó (Negro 93) sobre mi posición amenazando un corte. Si yo defendía en forma pasiva quedaría inferior porque su atsumi iba a trabajar bien, así que repliqué (Blanco 94) con una jugada que pretendía ser kikashi, resistiéndome a conectar.
Él también se resistió (Negro 95 y 97) y sobrevino una escaramuza en la que estaba en juego, por un lado, el trabajo que realizaría su atsumi central, y por el otro la plasticidad de mi posición que me diera la posibilidad de ahorrarme la jugada de conexión en gote.
Maniobré sobre el límite que daba la posición buscando hacer sabaki, y Hasegawa daba muestras de no encontrar el modo de refutar mi juego, pese a que pensó unos cuantos minutos cada una de las jugadas.
Cuando dio atari a una de mis piedras (Negro 101) respondí con una maniobra evasiva (Blanco 102) que me daba continuaciones posibles sobre el borde o en el centro. Mientras Hasegawa analizaba cómo continuar, se preguntaba a sí mismo: "¿wakaru no deska?" Lo que interpreté de la expresión es que dudaba si yo habría analizado todas las continuaciones posibles.
Finalmente capturó mi piedra (Negro 103) y quedó con una posición sólida, pero la misma se superponía con el atsumi que había construido previamente. Por mi parte logré avanzar (Blanco 104) sobre el borde con perspectivas de transformar un bosquejo territorial suyo en territorio mío.
La situación estaba muy complicada porque mi posición presentaba varias debilidades pero no estaba muy claro cómo podría atacarlas. Si se desarrollaba una pelea, el atsumi de él podría trabajar pero mi grupo capturado retenía un mínimo de aji que podía incidir.
Había varias variantes para considerar y Hasegawa llegó al corte del almuerzo sin decidir qué curso seguir.
A los jugadores de Asia, América y Europa nos invitaron a pasar a una oficina en el mismo edificio donde nos dieron una caja bento con comida japonesa. En otra circunstancia mi impulso natural hubiera sido ponerme a analizar variantes del partido, pero eso lo único que hubiera logrado sería ponerme nervioso. Lo que hice en cambio fue ingerir una cantidad moderada de comida, relajarme un rato e ir al baño. Entre una cosa y otra se me pasaron unos minutos de la hora de juego, pero mi adversario amablemente me esperó sin poner en funcionamiento el reloj.
Cuando reanudamos, Hasegawa optó por una variante que evitaba complicaciones (Negro 105 y 107) y de esa manera pude defender mis debilidades (Blanco 108).
El resultado neto fue que mi rival hizo unos cuantos puntos de territorio en el centro mientras que yo gané puntos en lo que antes había sido su bosquejo territorial. En cuanto a intercambio de territorios el resultado fue parejo, pero el efecto adicional que tuvo el desenlace de la escaramuza fue que su atsumi no había sido utilizado de manera apropiada, debido a lo cual logré emparejar el juego.
A continuación, un intento de Hasegawa de agrandar su territorio y cubrir los defectos de su posición (Negro 109 y 111) condujo a un nuevo furikawari en el que tomé territorio a lo largo de todo el borde a cambio de una mayor cantidad de puntos en el centro. Finalmente conecté en el punto en el que había querido forzarme en un principio (Blanco 128), pero al hacerlo quedé con una posición muy sólida sin puntos débiles.
Comenzó entonces el yose y el partido estaba parejo; por alguna razón me sentía muy confiado.
Hasegawa no había forzado el juego en ningún momento, posiblemente porque pensaba que tarde o temprano volcaría la balanza a su favor, pero el partido avanzaba y en todo caso daba la impresión de que yo tenía una muy pequeña ventaja.
Nuevamente jugó a mi favor la calma que mantuve durante todo el partido, porque en lugar de desesperarme buscando un camino seguro para la victoria, me concentré en hacer las mejores jugadas posibles. Hasegawa por su parte daba muestras de preocupación porque se terminaba el partido y no lograba dar vuelta el resultado. Utilizó mucho tiempo de reloj y sobre el final entró en byo-yomi, pero pese a sus esfuerzos no logró recuperar la desventaja.
Como puntos sobresalientes del yose podemos mencionar a Blanco 132, que la hice porque me parecía muy grande y sente, pero corría el riesgo de que Negro no contestara y cerrara un gran territorio en el centro. Cuando reproduje el partido y analicé ese detalle pude comprobar que la vida del grupo negro del rincón estaba comprometida, debido a lo cual las jugadas defensivas Negro 133 y 135 fueron necesarias. De esa manera pude avanzar en el centro con Blanco 136. La jugada Blanco 138 era grande, pero también lo fue Negro 143, y Blanco perdió la oportunidad de hacer un hane en 141 (si Negro contesta, Blanco hace tenuki y a continuación a Negro le queda la captura de una piedra pero con gote) antes que Negro juegue allí con sente.
Más adelante, me pareció que Negro 151 era relativamente chica comparada con Blanco 156, aunque dudo que Negro tuviera chances de revertir el resultado. Cuando jugué Blanco 162 sentí que ganaba el partido.
Al final llegué bien con el tiempo y me sobraron unos minutos para chequear que efectivamente estaba ganando por dos o tres puntos, pero con la emoción que tenía no pude calcular de antemano la diferencia en forma exacta.
En el conteo estuvo un tanto desprolijo el arreglo de los territorios y quedó un punto que no estaba claro si era territorio mío o no. Hasegawa consultó con los que anotaron la partida, pero éstos no sabían qué decirle. Entonces apareció Kudo Norio y dijo en japonés: "eso es territorio blanco", en un tono que no dejaba lugar a dudas.
La diferencia final fue entonces de 3 1/2 puntos a mi favor. A mí me llamó la atención el margen y a Hasegawa lo sorprendió: pidió la copia del partido y estuvo un rato largo confirmando que era efectivamente así. Cuando hice el amague de comentar algún detalle del juego, volvió a revisar la copia hasta que finalmente se convenció del resultado.
Entonces reprodujimos el partido desde el comienzo para comentarlo. Después de su crítica a la variante que eligió al comienzo para confinarme en el rincón permitiendo establecerme en los laterales, pasamos al furikawari con el que entré en el rincón que había ocupado con su shimari. Le mostré la variante que tenía para aprovechar el mal aji de mi rincón y se quedó pensativo un rato porque no la había visto. Se acercó Rin Kaiho y Hasegawa le mostró la variante con una sonrisa forzada, como si dijera: "esto no lo vi".
A continuación nos concentramos en analizar la pelea que se produjo en el centro, con la cual equilibré el partido. Hasegawa me preguntó qué hubiera jugado yo si él escogía la variante más complicada. Le mostré lo que tenía pensado jugar, y en la continuación vimos que el aji de mi grupo capturado hacía que la variante funcionara.
Ahí se quedó definitivamente pensativo mientras los asistentes guardaban todos sus papeles y se retiraban. Creo que Hasegawa se dio cuenta de que mi comprensión de lo que estaba pasando en el partido era mayor de lo que él imaginaba.
Nos levantamos entonces para ver qué sucedía en los otros partidos. Por ahí estaba dando vueltas Otake Hideo y me daban ganas de decirle: "Sensei, lo logré". Pero el clima general era de gran seriedad y circunspección, así que me quedé en el molde.
Bajé al piso donde estaba el público y vi que reproducían solamente 8 de las 16 partidas. Estaba Michael Redmond haciendo los comentarios y análisis, concentrándose también sobre algunos partidos. Mencionó de paso que "el jugador argentino había tenido su primera victoria" en torneos de este tipo.
En otro sector había juegos para analizar los partidos y me puse a reproducir el mío para anotarlo. Se me acercó Guo Yiming, el australiano que había perdido la final por una de las plazas de Asia, África y Oceanía, y me sugirió que mi rival debió jugar una variante más agresiva. Entonces le mostré lo que habíamos analizado con Hasegawa.
La gente de Go Weekly me hizo un pequeño reportaje mediante la traducción de John Power. Aproveché para decir que nunca tuve entrenamiento como insei pero que una gran cantidad de profesionales me habían dado su enseñanza, tanto en Japón como en Sudamérica, y que por eso sentía una deuda que en cierto modo acababa de pagar.
Cuando terminamos, John Power se despidió diciéndome: "este es un día histórico para Sudamérica".
Se me acercó Suzuki y después de felicitarme me dijo: "me emocioné mucho cuando supe que usted ganó el partido". Tanto él como sus compañeros de trabajo estaban visiblemente contentos.
Yo estaba feliz, pero al mismo tiempo continuaba con la misma calma que mantuve durante todo el partido. Creo que la estabilidad emocional fue un factor clave que me ayudó de manera decisiva.
Subí un ratito de vuelta al salón de juego para ver qué estaba pasando, y el partido que faltaba terminar era el de Cho Chikun con Shao Weigang 9-dan de China. Cho estaba en el último minuto de byo-yomi y Shao en los últimos tres minutos. Después de pensar intensamente mientras le contaban los segundos, Shao hizo una jugada cerrando un rincón y Cho contestó automáticamente intentando invadir en el mismo sector. Más tarde supe que Cho estaba perdiendo y trataba de complicar el juego.
Volví al salón donde estaba el público y Michael Redmond estaba cerrando su ronda de comentarios. La última partida que analizó fue la de Cho Chikun, a quien dio por perdido casi una hora antes de que terminara.
Los japoneses estaban visiblemente desanimados por el resultado de su equipo: perdieron nueve de un total de trece, incluyendo a Kobayashi Koichi frente a Cho Hoon Hyun, Yoda Norimoto frente a Park Si Un (una mujer coreana de categoría 3-dan), y Ryu Shikun (el que perdió este año la final por el título Kisei) frente a Lee Chanho. En cambio, a china y Korea les fue muy bien: en ambos casos ganaron cinco jugadores de un total de siete.
En el sorteo de la segunda ronda me tocó con Yoo Kagen 9-dan de Japón, quien le había ganado a Kim So Jang (un 9-dan de Korea). Delante de mí pasó a retirar la bola Yang Shi Hai, un amateur muy fuerte de Hong Kong que había clasificado por la zona de Asia, África y Oceanía y que en primera ronda le ganó a Chang Hsu 7-dan de Japón. A él le tocó con O Meien.
Poco antes de retirarme se acercó uno del equipo de asistentes y me entregó una copia de mi partido.
EL REGRESO.
Al llegar al hotel llamé por teléfono a Eduardo, y cuando le conté el resultado se puso eufórico y no lo podía creer. Ahí tuve una primera idea de la magnitud de lo que lobré: hasta ese momento estaba chocho pero no tenía una clara conciencia de lo que había pasado.
Conversamos un rato sobre el partido, los demás resultados, lo mal que le había ido a los japoneses, etcétera. Después me dijo: "volviendo al plano amateur, tenés que jugar con Diego por el Torneo Argentino. Qué te parece venir a cenar mañana a las 7 y jugás a las 8?"
Esperé que se hiciera una hora razonable en Argentina para llamar a mi papá y a Adriana para darles la noticia. Supe más adelante que la información había llegado rapidísimo a los amigos a través de nuestro amigo Kin.
Esa noche me costó dormir. Debido a las alteraciones producidas por el viaje y el cambio de horario, normalmente dormía desde la medianoche hasta las 3 de la mañana y luego desde las 6 hasta las 9 aproximadamente, pero esta vez me desperté a las 3 y no pude volver a pegar un ojo hasta la hora de la siesta.
De camino para la casa de Eduardo pasé por un negocio para comprar algo para brindar esa noche. Encontré un vino tinto chileno, que me pareció adecuado para darle un toque latinoamericano al festejo. Cuando me encontré con Eduardo en la estación de Meguro vi que él había tenido la misma idea.
Cenamos un rico pollo con Noriko y pude ver a Ruy bastante más crecido. Entre los brindis con cerveza y con vino se me subió rápido el alcohol a la cabeza.
Cuando terminamos de comer Eduardo me mostró los mensajes electrónicos con las repercusiones y comentarios. Disfruté con todas las muestras de afecto, chistes y felicitaciones.
Tuve una segunda idea de lo que había logrado cuando vi el mensaje de Carlos Grimoldi conteniendo la información de la carrera profesional de Hasegawa: no era un 9-dan "de los más flojos" sino que había tenido resultados importantes en las rondas intermedias del torneo Kisei y en otros torneos de Japón. Cuando vio mi reacción de asombro al leer la información, Eduardo me palmeó la espalda y me hizo notar algo que debería resultar evidente: el hecho de ser uno de los representantes de Japón en el torneo habla por sí solo de la fuerza del jugador.
A continuación me encontré con Diego y otros argentinos en IGS. Jugamos el partido por torneo y yo me sentía en la "obligación moral" de ganar, pero el alcohol que había ingerido me obnubilaba un poco y mi sobrino tenía la mala costumbre de ocupar los puntos en los que yo quería jugar. De todos modos tomé ventaja en una escaramuza y la fui consolidando hasta el final. Pasamos entonces a reproducir y comentar el partido "on-line". Entre una cosa y otra se hizo cerca de la medianoche y Eduardo me acercó en auto hasta el hotel. De a poco se fue "asentando el polvo" del revuelo de sentimientos.
El viaje de vuelta no tuvo mayores inconvenientes, salvo los engorrosos trámites de migraciones de Estados Unidos. En una de las escalas me tuvieron encerrado en una oficina junto con un periodista deportivo brasileño que me dio muestras de su vasto conocimiento del fútbol argentino.
Ya en Buenos Aires, pude compartir la alegría con los amigos en un encuentro realizado en el club, y también con los parientes en la casa de mi padre. Intenté llamar por teléfono a Hilario para compartir con él la noticia, pero no pude comunicarme. Pasé por la casa de Diego para tratar de ubicar a Eduardo en IGS, dado que tenía que jugar con él por la última ronda del Torneo Argentino (maravillas de la internet y del sistema suizo que hacían que jugara con Diego desde la casa de Eduardo y recíprocamente), pero debido a un malentendido nos desencontramos.
Finalmente, en Formosa me tocó reencontrame con mi familia y amigos en una agradable reunión de bienvenida. También me reencontré con la realidad: tenía cortado el teléfono y tuve que buscar por toda la ciudad un cibercafé que estuviera abierto para poder jugar con Eduardo.
Quiero terminar con una mención de la nota que salió en el semanario Go Weekly de Japón. Lo curioso fue que la conversación se realizó entre John Power y yo en inglés y en japonés entre Power y los periodistas, y el escrito lo tradujo Eduardo al castellano.
Es notable la frase que me atribuyen: "me concentré en tratar de rendir al máximo y jugar como quería, para no tener que arrepentirme después". La verdad, no sé si lo dije en esos términos, pero expresa muy bien cuáles eran mis sentimientos con relación al compromiso que estaba afrontando.
En el reportaje me habían preguntado cómo había sido el partido y contesté que mi adversario había tomado ventaja pero no la pudo mantener, debido a que quizás se confió e hizo algunas jugadas tibias. En la nota muestran la secuencia del furikawari (marcada como Negro 1 a Blanco 20) y dicen que según Michael Redmond 9-dan "la partida está pareja". Mi sensación era que si Negro hubiera jugado 19 (Negro 79) en 20 tendría ventaja.
Otro punto notable de la nota es la foto. No sé en qué momento me la sacaron; ni me di cuenta. Creo que estos periodistas conocen muy bien su oficio.
Cuando me preguntaron con quién me interesaba jugar en la segunda ronda (todavía no estaba hecho el sorteo) contesté que no sabía, dado que había tantos jugadores interesantes con los cuales enfrentarse. En la nota me hacen decir que "espero con ansias la segunda ronda en septiembre". Eso no lo dije en forma verbal, pero lo di a entender con mi actitud.
Y termina diciendo que esperan con interés verme nuevamente en acción. Espero no hacer papelones.
Fernando Aguilar.