Segunda parte del relato de Fernando Aguilar sobre su participación en el Torneo Mundial de Go - Oza Toyota Denso llevado a cabo en Japón en 2002.
A MI HISTORIA LE FALTABA LO MEJOR.
Es difícil compartir el torrente de emociones y sentimientos que me produjo la experiencia vivida en este torneo. Entre lo ocurrido en el primero y el segundo viaje tuve un toque de magia como esos que aparecen quizás una sola vez en la vida.
Pido a los santos del cielo que me ayuden a volcar al papel tantas cosas que se juntan en mi mente buscando su expresión.
LA PREPARACIÓN Y EL VIAJE.
Entre marzo y septiembre tuve bastante tiempo para encarar con energía el compromiso de la segunda ronda.
En primer lugar necesitaba cerrar el capítulo de mi partido con Hasegawa: festejar todo lo necesario, disfrutar el logro y después calmarme. Entonces sí podría concentrarme en afrontar el siguiente paso.
Bajé de la página de Jansteen unos cuantos partidos de Yo Kagen para tratar de percibir y entender su estilo. En primer lugar me llamó la atención la manera artística como aplica el "principio de rodear". Sus movimientos aparentemente no construyen algo específico relacionado con territorio o influencia, pero mirando el tablero en escala grande uno puede observar que sus grupos conforman una gran maniobra envolvente, preparando el escenario para asestar el golpe certero en el momento preciso.
El bonito partido que ganó en la primera ronda contra Kim Soo Jang 9-dan de Corea es un ejemplo claro de ese estilo. En cierto sentido puedo decir que "me enamoré" del juego de Yo.
Por otra parte pude observar en algunos casos, como punto débil de su juego, que a veces dejaba colgado algún detalle y entonces era el adversario el que definía el partido aprovechando esa circunstancia. Supongo que eso dependería del "grado de inspiración" de Yo para la ocasión.
En el plano personal, el año 2002 fue ciertamente complicado. Mi hija Rocío empezó a ir a una escuela especial para sordos en la ciudad de Santa Fe, mientras el resto de la familia permanecía en Formosa. Hicimos planes para mudarnos a mitad de año, pero luego advertimos que León, mi segundo hijo, necesitaba completar el ciclo de preescolar con su maestra y sus compañeros. Adriana, mi señora, seguía trabajando en el juzgado de menores de Formosa mientras que yo continuaba con el trabajo en tiempo parcial con comunidades indígenas wichí en la localidad de Las Lomitas.
A este clima de dispersión se sumaron las presiones: poco tiempo antes de mi viaje hubo un confuso episodio de robo de ganado en el que fue muerto un policía y por motivos que no se entienden claramente fueron acusados varios indígenas tobas del barrio "Nam Qom" de Formosa. La cuestión es que la comunidad se llenó de policías que golpearon a un montón de personas y metieron preso y torturaron a varios.
La que manejó este tema de manera admirable fue Adriana, que dentro del grupo de indigenistas que ofrecíamos apoyo moral o efectivo, aportó la dosis necesaria de calidez y humanidad. A mí me costó bastante serenar mi espíritu para encarar el compromiso de Japón con la concentración debida.
El viaje en avión tuvo menos dificultades que el de marzo. Me mandaron el boleto a través de una agencia de viajes de Buenos Aires, que emitió de forma electrónica el tramo de cabotaje y me entregó el resto del pasaje en propia mano. Eran menos rígidas las reglamentaciones de tránsito sin visa por Estados Unidos; la aerolínea se encargó de los trámites y no tuve que pagar los U$S 50 que me cobraban antes por cada escala.
Salí el miércoles 28 de agosto de Formosa e hice noche en Buenos Aires. Allí vi a mi padre, que me despidió diciendo "ya sabés que los profesionales no son invencibles". Continué viaje el jueves para llegar a Tokyo el sábado 31. Durante el vuelo comencé la preparación mental con mis "asambleas de grupo interno" y de a poco me fui poniendo en clima para la competencia.
Al llegar a Narita coincidí en la cola de migraciones con Chang Hao, Wang Lei y Yu Bin, con quienes nos saludamos con una leve inclinación de cabeza pero no pudimos intercambiar palabra. Una vez en el hotel, se puso en contacto conmigo la gente de la organización para entregarme el dinero para los gastos y explicarme el cronograma de actividades. Se jugaba la segunda ronda el lunes 2, los cuartos de final el miércoles 4 y las semifinales el viernes 6. A mí me cubrían la estadía para toda la semana.
El domingo 1 de setiembre era día de descanso y fui a dar mi paseo acostumbrado por Ichigaya y Yotsuya. Me sorprendió encontrarme con el clima caluroso del verano de Tokyo, ya que en oportunidades anteriores había estado en la época de floración de los cerezos. Me dediqué a caminar un rato, pasé por la Nihon Ki-In, participé de una misa en japonés en la iglesia de San Ignacio y luego regresé al hotel. El resto del día lo aproveché para recuperar energías después del cansancio del viaje y preparar la estrategia.
Ensayé distintos tipos de aperturas para ver cuál me convencía más y me costó decidirme. Descarté en primer lugar un juego basado en komoku porque observé que Yo es muy hábil en el manejo de los kakaris lejanos (ogeima y niken takagakari). Para el caso en que me tocara jugar con negras consideré una apertura basada en sanrensei, pero pensé que si me jugaba consecutivamente kakari en ambos rincones su juego ganaría velocidad, que es una especialidad de Yo. También pensé en el "sanrensei de Go Seigen", o sea hoshis cruzados seguido de tengen, pero también advertí que Yo jugaba cómodo en aperturas cruzadas.
Me quedó la idea de que lo más sencillo sería jugar nirensei, tanto con negras como con blancas, e intentar un desarrollo lo más veloz que pudiera.
El objetivo que me propuse para el partido fue hacer la mayor fuerza posible, de modo que mi rival debiera apelar a sus mejores recursos para ganarme. Si ganaba el partido mucho mejor, por supuesto, pero si al menos lograba alcanzar un juego parejo estaría mostrando respeto hacia mi oponente de la primera ronda, porque eso significaría que mi nivel de juego permitía encarar un compromiso de este tipo, independientemente de que el adversario se descuidara o no.
EL PARTIDO CON YO KAGEN.
La mañana del lunes me levanté con buen espíritu para afrontar el partido. Tenía muchas ganas de jugar buen Go y eso era algo positivo.
Tomé un desayuno abundante para no tener que comer mucho en el horario del almuerzo y partí hacia la Nihon Ki-In, donde llegué con la suficiente anticipación.
Como acostumbraba hacer en otras ocasiones, a modo de reconocimiento del terreno fui a la sala del segundo piso donde estaban preparadas las mesas para los partidos y luego bajé al primer piso para mirar la disposición del salón para el público.
Cuando se acercaba la hora de comienzo volví a la sala de juego y después de un breve saludo al árbitro y a los asistentes tomé asiento en mi lugar. Al poco rato llegó Yo Kagen y me saludó con un sonoro "konnichi-wa", después de lo cual esperamos un par de minutos en silencio hasta que llegó la hora de hacer el nigiri y comenzar el juego.
Esta vez tuve suerte y me tocaron las negras. Hice mi primera jugada en hoshi de acuerdo al plan y Yo contestó de manera que me quedó la opción de jugar un fuseki paralelo o cruzado. Demoré unos instantes en confirmar mi estrategia de jugar nirensei, y ante el segundo hoshi jugado por mi rival continué con un kakari (Negro 5) como había pensado previamente. Ante su respuesta en keima (Blanco 6) opté por un suberi (Negro 7) para establecer una posición sólida.
No fue sorpresa que Yo contestara con otro kakari (Blanco 8) buscando velocidad. Consideré que si respondía ante el kakari con un keima o un ikken-tobi, Blanco continuaría con una pinza o un tsuke a mi piedra de kakari, apoyado por la piedra que acababa de jugar. Otra posibilidad que descarté fue hacer una pinza de un punto, porque luego de la entrada de Blanco en san-san y el joseki correspondiente, quedaría con una posición demasiado volcada hacia el borde inferior. Decidí entonces no responder al kakari y continuar con mi juego en el otro rincón (Negro 9), compitiendo en velocidad.
Yo continuó con un doble kakari (Blanco 10), ante lo cual respondí con un kosumi seguido de niken-tobi (Negro 11 y 13), una combinación que aprendí reproduciendo unos partidos de Yoo Chang Hyuk.
Yo reforzó su posición en el borde izquierdo (Blanco 14) y eso me permitió desarrollarme con otro kakari seguido de extensión (Negro 15 y 17) en el borde superior. Entonces respondí ante el siguiente kakari (Blanco 18) con un keima en el centro (Negro 19), que había visto en un partido de Takemiya ante el mismo Yo. Hasta el momento me sentía satisfecho con el desarrollo de mi juego.
El partido continuó con una jugada de refuerzo en el rincón inferior derecho (Blanco 20). La respuesta normal sería reforzar mi propia posición con un ikken-tobi hacia el borde derecho, pero en lugar de eso opté por cerrar el acceso al rincón superior derecho (Negro 21). Me dio la impresión de que esta jugada sorprendió en cierto modo a Yo, que quizás contaría con entrar en san-san. Mi idea era que si Blanco respondía con una extensión de dos puntos sobre el borde, podría contestar con un doble niken-tobi en el centro, conectando mis posiciones de ambos rincones y ganando influencia central.
Yo demostró su capacidad de reacción contestando en el mismo punto (Blanco 22) en el que pretendía hacer mi doble niken-tobi. Respondí entonces con el ikken-tobi (Negro 23) que había omitido en mi jugada anterior, mientras que Yo jugó su extensión de dos puntos sobre el borde (Blanco 24).
A continuación jugué un nozoki (Negro 25) a modo de yosu-mi, para ver de qué lado conectaría Blanco. Yo optó por jugar del lado del borde (Blanco 26) y entonces se me ocurrió continuar con el tsuke del lado del centro (Negro 27), en un intento de combinar con las piedras ubicadas a ambos lados de la posición blanca.
Ante el hane de Blanco 28 consideré que el bloqueo de Negro 29 constituía buena forma, y luego de la conexión de Blanco 30 insistí con el nidan-bane de Negro 31 seguido de la conexión de Negro 33, especulando con posibles cortes a la posición blanca.
Yo se reforzó con el tsuke de Blanco 34, ante lo cual respondí con un hane y atari
(Negro 35 y 37) a modo de kikashi y reforcé mi propio grupo con el bloqueo de Negro 39. Yo avanzó en el centro con el nobi de Blanco 40 y después de analizar un rato la posición decidí reforzarme una vez más con el hane-tsugi de Negro 41 y 43, sabiendo que seguiría Blanco 44 y 46 con sente. Pese a que quedé en gote, consideré que se justificaba jugar así porque el grupo blanco del rincón quedaba en parte debilitado.
Hasta ese momento me sentía satisfecho con el desarrollo del partido. Había competido en velocidad de igual a igual y obtuve una posición razonable, con lo cual pensé que lograría el objetivo que me había propuesto.
Ambos teníamos posiciones sólidas en distintos sectores del tablero, disputábamos la influencia en el centro y cada uno tenía un bosquejo territorial amplio. El mío era más extenso y estaba más abierto, así que lo lógico era que siguiera una entrada de Blanco. Ante una invasión profunda mi plan era evitar que hiciera una base sobre el borde y forzarlo a salir al centro, para hacer trabajar mis piedras de influencia.
Yo optó por asomarse a un punto de corte (Blanco 48) a lo que respondí cerrando del lado del territorio (Negro 49), y lo combinó con una entrada en el borde (Blanco 50).
Nuevamente cerré el territorio (Negro 51) y Yo continuó con un ikken-tobi (Blanco 52) aislando una piedra negra. Opté por entrar en san-san (Negro 53), a lo que Yo respondió con un joseki (Blanco 54 a Negro 59) que le permitió mantener el sente y completó la maniobra con un keima en el centro (Blanco 60), con el cual relacionó todas sus piedras. Este juego es típico de su estilo.
Por mi parte, mis posiciones estaban sólidas y mis únicas preocupaciones eran un punto de corte en el centro y el tamaño que pudiera adquirir el bosquejo territorial blanco del borde izquierdo. Continué entonces (Negro 61) con un "golpe en la oreja" con respecto a la última piedra jugada, apoyando indirectamente las tres piedras que podían ser cortadas en el centro, mientras apuntaba a una reducción del sector blanco. Yo reforzó su piedra (Blanco 62) provocando una vez más el refuerzo de mi territorio (Negro 63) y jugó de manera de ampliar su moyo (Blanco 64).
Aquí me detuve a analizar la posición. El modo como venía jugando Yo indicaba que se tenía confianza. Por mi parte, sentía que había alcanzado a plantear un juego equlibrado, pero no debía descuidarme para no quedar atrás. Me largué a reducir el moyo blanco con un golpe en el hombro en el centro (Negro 65). Yo me atacó con un keima (Blanco 66) separando mis posiciones, y luego de salir con el ikken-tobi de Negro 67 pensé que si mi grupo era confinado me vería obligado a hacer ojos dentro del moyo blanco, pero eso a su vez podría dejarme bien ubicado en el balance de territorios.
Yo optó por asegurar territorio (Blanco 68) y entonces jugué un tsuke (Negro 69) a modo de kikashi y salí al centro con el kosumi de Negro 71.
La jugada siguiente (Blanco 72) reforzó la posición blanca y reactivó el posible corte de tres piedras. Defendí el corte indirectamente con el kosumi de Negro 73, ante lo cual Yo empujó con Blanco 74 para aislar una piedra negra y establecer una posición fuerte en el centro. Me quedó la idea de que esta última jugada fue un poco lenta; Blanco podía haber continuado directamente el ataque sobre mi grupo del centro.
De todos modos, a continuación cometí un error: Negro 75 fue una jugada que ganó varios puntos pero reforzó una posición en la que ya estaba sólido, y fue gote. En lugar de eso debí jugar en el borde inferior formando una base para esperar al grupo del centro y al mismo tiempo hacer puntos de territorio. En el mismo momento en que la jugué me di cuenta de que era mala, pero ya era tarde.
Yo no dejó pasar la oportunidad: Blanco 76 fue una certera jugada de ataque que sentí como un golpe en el estómago.
Empecé a lamentarme del error cometido mientras intentaba armar una estrategia defensiva con Negro 77, que Yo contestó severamente empujando con Blanco 78. Me resigné entonces a salir con mi grupo mediante el ikken-tobi de Negro 79, sabiendo que seguiría el tsuke de Blanco 80 que me forzó a contestar sumisamente con el sagari de Negro 81. A continuación pensé que vendría probablemente una jugada de bloqueo en “A”, desvinculando mi grupo del rincón del que venía del centro, para mantener la presión y obtener en el proceso de ataque los puntos necesarios para ganar el partido.
Yo jugó Blanco 82 en el rincón superior izquierdo manteniendo el sente y respondí con Negro 83 y 85 mientras no disimulaba mi mal humor por el error cometido.
Entonces vino lo inesperado: Blanco 86 se asomaba en un sector donde Negro estaba muy fuerte. Su tamaño no era despreciable, pero en cierto modo me devolvía el favor de Negro 75 al permitirme retomar el sente. Casi con enojo golpeé Negro 87 en el tablero, presionando al grupo del rincón inferior derecho. Ahí sentí que volvía al partido.
Acompañé la salida de Blanco 88 con el ikken-tobi de Negro 89, que combinaba muy bien con mi grupo que venía del centro, en el mejor estilo Yo Kagen.
Ante el refuerzo de Blanco 90 respondí con el sagari de Negro 91, manteniendo la presión. Mi idea era que si lograba hacer algunos puntos de territorio en el borde inferior podría compensar la probable entrada de Blanco en el rincón superior derecho.
Yo continuó con el hane de Blanco 92 presionando sobre mi posición de la derecha para hacer sabaki con su propio grupo. Corté con Negro 93 sabiendo que sobrevendría la secuencia hasta Blanco 98, por la cual quedé con algunos puntos de territorio a cambio de la salida del grupo blanco.
Completé la maniobra con el kikashi de Negro 99 y el ataque de Negro 101. Mientras Yo pensaba su jugada, analicé la posición y consideré que estaba bastante bien, teniendo en cuenta que había tomado la iniciativa en el borde inferior. Hasta ese momento me había mantenido bastante tranquilo y me sentía con buen ánimo para afrontar la pelea que se avecinaba.
Transcurrieron unos minutos y llegó la hora del corte para almorzar. A mí me quedaba menos de una hora en el reloj, mientras que Yo había usado poco tiempo.
En ese momento es habitual que los jugadores se acerquen a las otras mesas para ver la evolución de los partidos. Antes de levantarme de mi asiento vi que se acercaba Yoo Chang Hyuk. Después de mirar el tablero unos instantes levantó la vista y pude advertir un sutil destello en sus ojos que me dio la idea de que mi posición era buena.
En el corte, Suzuki me invitó a almorzar en otro piso del mismo edificio donde habían dispuesto unas cajas "bento" en un saloncito. Allí estaba también Yang Shi Hai, el jugador de Hong Kong que representando a Asia, África y Oceanía venció en la primera ronda a Chang Hsu 7-dan de Japón y ahora enfrentaba a O Meien.
Intenté intercambiar algunas palabras con él, pero fue imposible debido a que mi conocimiento del chino es nulo y él no hablaba nada de inglés ni japonés. Le pregunté a Suzuki si Yang era amateur o profesional y me aclaró que había llegado a la categoría de 8-dan profesional en China pero ahora estaba retirado. Elegí algunos bocados de la caja para comer liviano y después descansé un rato sin pensar en el partido.
La preparación psicológica había dado resultado porque mantuve la calma en todo momento, como había sucedido en el partido de la primera ronda.
Cuando retorné a la sala de juego, Yo ya estaba esperando. Tomé asiento en mi lugar y al ratito dieron la orden de poner en marcha los relojes para continuar el partido. A partir de ese momento Yo empezó a jugar con mucha precisión.
La entrada de Blanco 102 ocupaba un punto clave de mi posición, pero la respuesta de Negro 103 mantenía esencialmente la conectividad de mis grupos. El tsuke de Blanco 104 demostró la flexibilidad de la posición blanca, porque no había una continuación clara por parte de Negro que significara un ataque decisivo en este sector.
Sentí que aquí se jugaba buena parte del partido, así que utilicé la mayoría de los minutos que me quedaban en el reloj antes de entrar en byo-yomi. Llegué a la conclusión de que el hane de Negro 105 era la única jugada que funcionaba. Localmente tenía superioridad numérica, pero mi grupo central corría el riesgo de ser cortado y las piedras blancas eran muy flexibles.
Mientras Yo empujaba con Blanco 106 y 108 capturé una piedra con Negro 107 y 109, calculando que me quedaban dos vías de conexión para el grupo del centro. Con Blanco 110 Yo cortó una de esas vías, así que conecté por el otro lado con Negro 111. A continuación, Blanco 112 aseguró eficientemente la conexión de sus piedras.
A mí me quedaban unos 10 minutos antes de entrar en byo-yomi y los utilicé para analizar la posición resultante y buscar la forma más eficiente de asegurar mis grupos.
Empujé con Negro 113 y después de la conexión de Blanco 114 decidí empujar por el otro lado con Negro 115 a 119 para ganar libertades con ese grupo debido a que temía que fuera cortado. Finalmente conecté por el borde con Negro 121 y pensé que si bien el resultado de la pelea no había sido espectacular, al menos logré hacer algunos puntos de territorio en el borde inferior, donde era Blanco el que debía ganarlos.
Yo aseguró su posición del borde izquierdo con Blanco 122 manteniendo el sente, dado que forzaba la conexión de Negro 123, y a continuación golpeó Blanco 124 en el tablero, capitalizando mi tenuki previo en ese rincón.
En este momento entré en byo-yomi. A pesar de la tensión que había en el partido me mantuve tranquilo y confiado. Estaba tranquilo porque ya había logrado mi objetivo de darle batalla a Yo Kagen, y confiado porque sentía que el partido estaba parejo pero mis posibilidades de quedar un puntito arriba no eran nulas.
Antes de contestar en el rincón superior derecho jugué Negro 125 a 129 con sente en el borde izquierdo para dejar algo de aji. Cada jugada me daba un minuto para pensar y poco a poco iba contando los territorios para tratar de ver cómo iba el partido. Luego defendí el rincón con Negro 131, que era una jugada muy grande.
Yo jugó con sente Blanco 132 a 138, ante lo cual traté de responder en el estilo más sólido posible, y finalmente reforzó en el centro con Blanco 140, una jugada que aseguraba la conexión de las dos piedras del borde inferior.
Entonces pasó a ser mi turno de tomar el sente. Mientras jugaba Negro 141 a 145 analicé la situación del rincón inferior izquierdo. Llegué a la conclusión de que lo mejor era el sagari de Negro 147. Intercalé Negro 149 y continué con Negro 151 y 153.
Luego maniobré en el rincón inferior derecho con Negro 157 a 163 y me parecía que el balance de territorios estaba resultando favorable a mí.
La jugada Blanco 164 fue necesaria para evitar que fuera cortado el grupo que ya no tenía espacio de ojos. Continué con Negro 165 en el rincón superior derecho y Yo, antes de conectar con Blanco 168, se asomó a mi territorio del borde superior con Blanco 166, ante lo cual me pareció que la defensa de Negro 167 era la más sólida. En el borde inferior jugué Negro 169 a 173 y después de la conexión de Blanco 174 consideré cerrar el territorio, pero luego cambié de idea y jugué Negro 175 en el centro.
El corazón me dio un vuelco cuando vi Blanco 176, ya que recién ahí me di cuenta de que había una combinación. En los minutos que me llevó jugar Negro 177 y subsiguientes, todas forzadas, traté de analizar lo más fríamente posible la situación.
Pude ver que si bien Blanco aseguraba la captura de 4 piedras con su jugada 186, la ganancia que obtenía no era tan grande porque previamente debía sacrificar dos piedras y además terminaba en gote.
Mientras continuaba mi avance en el centro con Negro 187 y 189 traté de contar nuevamente los territorios. Si bien no podía determinarlo con exactitud, veía que el partido estaba parejo y posiblemente mantenía una ventaja mínima.
El partido se acercaba al final. Cuando decidí reforzarme con Negro 203 ya visualizaba que estaba en ventaja. Necesitaba encontrar la manera más segura de jugar sin perder puntos ante maniobras que tratarían de sacar provecho de mis debilidades como Blanco 204, que opté por contestar sin ceder terreno con Negro 205.
Asimismo, ante Blanco 208 decidí cerrar con Negro 209 para no dejar temas pendientes.
En el sector derecho inferior Yo introdujo un poco de aji con Blanco 210 seguido de 212 para ganar puntos, pero calculé que Negro 213 era suficiente para asegurar mi posición sin ceder.
La jugada Blanco 214 alteró momentáneamente mis cálculos, porque mi intención era jugar allí con sente. Entonces utilicé Negro 217 para ganar un minuto de reloj, pero no acerté con la continuación porque Negro 219 provocó Blanco 220 y la posibilidad de reducir mi territorio en un puntito mediante un ko.
Luego jugué Negro 221 en gote para reducir el borde izquierdo desvinculándolo del centro y se sucedieron varias jugadas con sente de Blanco, hasta llegar al intercambio de Blanco 230 por Negro 235 (ko mediante) y el cierre de Blanco 236.
Aproveché las subsiguientes jugadas con sente para mí para revisar con la mayor exactitud posible los territorios y de a poco fui confirmando que ganaba por 2 1/2 puntos.
Luego de Negro 249 y Blanco 250 tomé la precaución de defender con Negro 251, una jugada que tarde o temprano sería necesaria, para evitar sorpresas.
Yo Kagen también veía que perdía y buscaba una oportunidad para ganar algún puntito, pero la posición negra era realmente sólida. Jugamos los últimos puntos y finalmente tapé uno de los ko remanentes con Negro 267.
A Yo se lo veía muy desanimado al comprobar que el partido estaba definido. Le llevó como 40 minutos recuperarse, tapar el último ko con Blanco 268 y llenar los puntos neutrales para contar. Durante ese tiempo decidí esperar tranquilamente a que mi adversario recobrara el ánimo. Como estaba en mi último minuto de byo-yomi no quería moverme para ningún lado, y la verdad es que no tenía necesidad de hacerlo. Me pareció que lo más respetuoso sería esperar callado.
Arreglamos rápidamente los territorios, confirmamos el resultado, guardamos las piedras y Yo Kagen se retiró silenciosamente.
Me quedé un rato en la sala de juego para ver cómo iban los otros partidos. Yu Bin ya le había ganado a Park Si Un 3-dan de Corea (la que en primera ronda había vencido a Yoda Norimoto); Chang Hao tenía juego favorable frente a Lee Sedol (quien por la Copa Fujitsu le ganó a Wang Sen Feng de Brasil en la primera ronda y terminó ganando el torneo); Cho Hoon Hyun estaba en evidentes problemas frente a Wang Lei. En cambio Yoo Chang Hyuk tenía buen partido frente a Shao Weigang (el que le había ganado en primera ronda a Cho Chikun) y Lee Chang Ho parecía tener ventaja frente a Yamashita Keigo en un partido complicado. Por el lado de Japón los que andaban bien eran O Rissei frente a Chen Zude y O Meien ante Yang Shi Hai, este último con algunas complicaciones que no parecían alterar el pronóstico.
Bajé al primer piso donde estaba el salón del público, la sala de prensa y la sala para analizar los partidos. En ésta me hice amigo de un hombre de Taiwán que hablaba inglés, cuya hija es insei de la Nihon Ki-In.
Me mostró un diario chino en el que había una nota sobre el torneo y aparecía mi nombre escrito en ideogramas. Parece ser que habían juntado distintos signos cuya pronunciación era algo así como "aguieru". También decía que yo había sido insei, lo cual le desmentí. A pesar del esfuerzo y la tensión del partido que acababa de terminar, me mantenía muy tranquilo y contento. Me dispuse a disfrutar del momento mientras esperaba que terminaran todos los partidos para el sorteo de la tercera ronda.
Llamé por teléfono a Eduardo para contarle la noticia. Lamentablemente estaba en una semana decisiva en su trabajo y era improbable que pudiera ir a la Nihon Ki-In a tiempo para compartir ese momento.
De a poco se fueron definiendo los partidos: Wang Lei tuvo una victoria convincente sobre Cho Hoon Hyun mientras que Lee Chang Ho terminó imponiéndose sobre Yamashita, pero por sólo 1 1/2 puntos.
Para la ronda siguiente quedaron clasificados tres jugadores de China: Chang Hao, Yu Bin y Wang Lei; dos de Corea: Lee Chang Ho y Yoo Chang Hyuk; dos de Japón: O Rissei y O Meien; y... uno de Centro y Sudamérica. De a poco empezaba a tomar conciencia de lo insólito de mi posición. Verdaderamente me sentía feliz; solamente había motivos para disfrutar.
Se realizó entonces el sorteo de la tercera ronda, y a medida que pasaban los jugadores de los distintos países para extraer las bolas que definían los emparejamientos le hacían una breve entrevista a uno de cada equipo.
Los primeros en pasar fueron los chinos, y de ellos el que habló fue Chang Hao. Según me tradujo el hombre de Taiwán que me acompañaba, en su breve discurso tuvo expresiones de elogio hacia mi logro. Recordé entonces el momento en que me había encontrado en el aeropuerto con los tres chinos que ahora estaban en cuartos de final y el secreto orgullo que había sentido por el hecho de participar en el mismo torneo con ellos. Ahora la satisfacción que tenía era doble.
Pasaron para el sorteo los japoneses y los coreanos y gradualmente me fue quedando claro que debería enfrentarme con Lee Chang Ho.
Cuando me tocó pasar, quedaba una sola bola en la caja pero me llevó un rato encontrarla, lo cual provocó la risa del público. Ya desde ese momento comenzaba mi sensación de que se me venía encima un compromiso abrumador.
La joven profesional japonesa que hacía los comentarios de los partidos junto con Kobayashi Satoru fue la encargada de hacer las preguntas a los jugadores. En mi caso hizo de traductor un japonés miembro del equipo de trabajo que había vivido unos años en Perú y hablaba castellano.
Cuando me preguntaron cómo me sentía con el triunfo, obviamente contesté que muy feliz, y recordaba la primera visita que realizó Iwamoto Kaoru a nuestro país, cuando yo era todavía principiante. Ante otra pregunta rescaté el valor de las visitas de los profesionales y sus enseñanzas en general, como estímulo para la difusión del juego.
Luego, la entrevistadora me dijo: "yo no creí que usted ganaría el partido. ¿Qué pensaba usted?" Cuando contesté con sinceridad: "yo tampoco lo creía", estalló la carcajada del público. Por último, la pregunta obligada de cómo me sentía para el partido siguiente resultaba un tanto disonante, teniendo en cuenta el rival que enfrentaría. Contesté que con lo que había logrado hasta ese momento estaba satisfecho, teniendo en cuenta que mi desempeño había sido mejor que el del seleccionado argentino en el mundial de fútbol. Las risas de todos dieron por finalizada la entrevista.
Antes de salir se me acercó la gente de la organización para decirme que querían hacerme un reportaje para Go Weekly posteriormente al partido con Lee Chang Ho, a lo que por supuesto accedí.
Cuando se produjo la desconcentración me dirigí rápidamente al hotel. Allí recibí el llamado de Eduardo, que estaba viniendo a mi encuentro y decidió pasarme a buscar para salir a festejar. Me invitó a comer en un boliche un delicioso yakitori, acompañado con cerveza y sake. Pasamos un rato muy lindo de charla animada con un fondo de buen jazz. Con la abundancia de emociones, comida y alcohol fui entrando en un estado de agradable sopor, y ahí fue cuando Eduardo me confesó que se había propuesto emborracharme. Si bien no llegué al estado de pérdida de conciencia, el mareo que sentía alcanzaba para dar por cumplido el propósito.
De vuelta en el hotel llamé por teléfono a Formosa para contarle la novedad a Adriana y saludarla por su cumpleaños.
Cuando revisé el correo electrónico disfruté muchísimo con todas las muestras de cariño y los mensajes de felicitaciones, desde los más contenidos hasta los más desaforados. Es imposible mencionarlos a todos, pero a modo de síntesis me quedo con el relato de Diego sobre cómo vivió “la hinchada” las alternativas del partido y la genial frase de Franklin Bassarsky: “El Universo es un lugar agradable, los hombres son todos buenos!!”
Me daba cuenta de que el momento para festejar era ése, antes que Lee Chang Ho me cortara la cabeza. Recordé un mensaje que había mandado Eduardo tiempo atrás a la lista, comentando cuáles eran los jugadores del equipo japonés y señalando que no había "ningún gran nombre". Aproveché para entrar en Cursogo, buscarlo y reenviarlo agregando un par de comentarios graciosos.
Toda la preparación psicológica que había tenido me permitió mantener la calma a lo largo de todo el partido y rendir al máximo, pero ahora me encontraba en una situación en la que la calma no tenía sentido. Había llegado mucho más lejos de lo que podía suponer.
Sin embargo, ahora surgía un nuevo problema: aún cuando se descontaba que el siguiente partido no podría ganarlo, necesitaba afrontar el compromiso y enfrente tendría nada menos que al jugador que era considerado el Nº 1 del mundo. La presión era mayor teniendo en cuenta las cuestiones de nacionalidad, ya que le había ganado a dos jugadores de Japón y ahora iba a jugar con un coreano, por lo cual quedaría desprolijo si hacía un papel decididamente malo. Y eso ocurriría solamente dos días después...
EL PARTIDO CON LEE CHANG HO.
El martes 3 de septiembre me levanté con la idea de buscar alguna preparación para el compromiso que tendría al día siguiente.
Persistía mi euforia por los acontecimientos recientes y al mismo tiempo tomaba progresivamente conciencia de que algo tendría que hacer contra Lee Chang Ho. Cualquier adversario que me hubiera tocado sería un "monstruo", pero Lee era el último que hubiera querido enfrentar. En esos niveles de juego no tiene sentido diferenciar entre unos jugadores y otros, pero en este caso se reforzaba la sensación de que no había nada que pudiera hacer.
Se me ocurrió en primer lugar hacer un planteo "loco" con jugadas en 5-5, pero recordé que Lee era un pionero en la investigación de los josekis partiendo de esa jugada. Lo más simple sería quizás jugar nirensei como en el partido anterior, pero no me sentía con la confianza para desarrollar un juego creativo.
Después de darle vueltas al asunto pensé que podría ser interesante hacer un planteo clásico. Si me tocaban negras podría esbozar una apertura basada en komoku y si (segundo condicional) tenía la oportunidad de jugar tres komokus al estilo Shusaku, luego del segundo kakari blanco podría continuar con el kosumi de Shusaku.
El kosumi de Shusaku es una jugada que perdió prestigio cuando se empezó a jugar con komi, porque se considera que es demasiado lenta para la velocidad de desarrollo que necesita Negro. Sin embargo, tengo la idea de que esta jugada es perfectamente posible y que Shusaku ganaba sus partidos por sólo 2 ó 3 puntos haciéndola porque regulaba su juego posteriormente para no correr riesgos.
Me pasé la tarde revisando partidos del libro "Invincible, the games of Shusaku", tratando de tomar ideas de allí. Encontré algunos ejemplos de maestros del siglo XIX desarrollando un planteo de juego flexible con blancas para equilibrar la ventaja de la iniciativa, y una referencia a Iwamoto Kaoru y sus "keimas livianos", quizás inspirado en aquellos jugadores del pasado.
Si la probabilidad de ganarle a Yo Kagen era extremadamente baja, la de ganarle a Lee era exactamente cero. Incluso sonaba exagerada la pretensión de "hacerle partido". Entonces me propuse como objetivo "hacer algo"; quizás desarrollar un juego vistoso como para estar a la altura de las circunstancias. Sin embargo, ése es un mal objetivo para plantearse en un partido porque el buen Go no consiste en "hacer" nada especial sino en seguir el flujo que plantea la posición del tablero.
Creo que la preparación que realicé no fue buena desde el punto de vista psicológico, pero resultaba muy difícil encontrar un punto de equilibrio para enfrentar al "Buda de piedra" con el ánimo adecuado, dado que persistía mi agitación del día anterior.
La sensación que tenía era la de estar volando a gran altura, con la consiguiente posibilidad de venirme a pique en cualquier momento.
A la noche tuve un sueño entrecortado y me desperté más temprano que de costumbre. Cuando me resultó evidente que no podría dormir más decidí bajar al restaurante ubicado en el nivel del subsuelo donde habitualmente desayunaba. Al llegar vi que estaba cerrado y supuse que ese día no atenderían al público. Sin caer en la cuenta de que lo que sucedía era que todavía era temprano, busqué otro restaurante en el mismo hotel donde sirvieran el desayuno. Encontré abierto uno que estaba ubicado en el último piso. El servicio que ofrecían era básicamente el mismo, aunque menor en cantidad.
A cambio, uno podía disfrutar a través de unos grandes ventanales de una hermosa vista de Tokyo desde gran altura. El efecto que produjo esto fue el de acentuar mi sensación de vértigo.
Cuando se acercaba la hora del partido me dirigí a la Nihon Ki-In. Como era mi costumbre, me di vuelta por la sala de juego para ver cómo estaba todo dispuesto. Ahí tuve otro golpe de efecto: había solamente 4 mesas, y una de ellas era la mía. El vértigo estaba a punto de convertirse en pánico.
Bajé al piso donde estaba todo dispuesto para el público y me encontré con un periodista coreano que estaba haciendo la cobertura del torneo. Me preguntó qué me parecía el juego de Lee Chang Ho y le contesté que probablemente era el jugador Nº 1 del mundo y que siendo un estudioso hacía aportes importantes a la teoría del juego. La verdad, no estaba con ánimo para mantener una conversación de esta índole, pero me parecía importante mantener la cortesía. El periodista me agradeció y las veces que me encontró posteriormente en el hotel me saludó siempre con mucha amabilidad.
Subí a la sala de juego y tomé asiento en mi lugar después de saludar al árbitro y a los colaboradores. De a poco se fueron ubicando todos, pero a las 9:59 no habían llegado todavía los coreanos y el árbitro no sabía si dar o no la orden para hacer el nigiri.
Finalmente llegaron y Lee tomó asiento para rápidamente hacer el sorteo y comenzar. Siendo el jugador de mayor edad tenía el bol con piedras blancas de mi lado y no atiné a ofrecérselo a Lee, sino que tomé un puñado relativamente abundante.
Lee adivinó correctamente la paridad, y ahí me encontraba enfrentando al Nº 1 del mundo jugando con blancas por los cuartos de final de un campeonato mundial.
Cuando Lee hizo su jugada Negro 1 en komoku, no sabía realmente qué contestar. Me volvieron a asaltar las dudas del día anterior, agravadas por el hecho de haber salido mal en el sorteo. Finalmente decidí mantener mi idea de jugar komoku y ubiqué Blanco 2 sobre el tablero. Entonces Lee continuó con un komoku (Negro 3) enfrentado al mío, planteando una apertura diagonal.
Para ocupar el cuarto rincón no me convencía ninguno de los dos komokus y tampoco quería jugar hoshi porque eso podría facilitar la costumbre de Lee de acumular territorio, así que opté por san-san (Blanco 4). Vino entonces lógicamente el kakari contra mi komoku (Negro 5).
Había solamente cinco piedras en el tablero y ya no me gustaba el desarrollo del partido. Tenía idea de responder ante el kakari con un kosumi, pero obviamente ya no se trataría del kosumi de Shusaku con el que había fantaseado el día anterior. La otra idea convencional sería hacer un kakari contra el komoku enfrentado al mío, pero no me gustaba ese tipo de apertura. Le di muchas vueltas al tema y terminé jugando kakari contra el otro komoku (Blanco 6).
Lee inmediatamente jugó (Negro 7) una pinza contra mi komoku, forzándome a hacer el kosumi (Blanco 8) que había omitido en mi jugada anterior, y continuó con una pinza de tres puntos a mi piedra de kakari. Aquí es habitual jugar kosumi-tsuke contra la piedra de komoku, pero no me gustaba la variante en la que Negro contesta en san-san, así que opté por empezar jugando yo mismo san-san (Blanco 10). Creo que esto no fue bueno porque le permitió a Lee tomar tempranamente territorio con Negro 13 a 17.
A continuación, la variante clásica es hacer un doble kaketsugi para conectar las piedras, pero opté por conectar sólidamente (Blanco 18) hacia el lado en que tenía mayor potencial de desarrollo.
Sin embargo, quedaba pendiente el otro corte, y la primera reacción de Lee fue verificar el shicho que podría sobrevenir si cortaba directamente. El shicho en cuestión era favorable a Negro porque iba a parar a su piedra de komoku del rincón opuesto, pero después de analizar cuidadosamente la posición, Lee continuó con un kakari (Negro 19) contra mi piedra de san-san.
La intención evidente de esta jugada era establecer una posición sobre el borde para limitar el desarrollo de Blanco allí, así que consideré seriamente jugar una pinza contra el kakari. Sin embargo, sobrevendría un segundo kakari contra mi piedra de san-san y no encontré ninguna variante satisfactoria. Por lo tanto respondí con una extensión de dos puntos (Blanco 20). Lee asintió levemente con la cabeza, como aprobando mi jugada, mientras se extendía sobre el borde con Negro 21.
Aquí lo lógico sería jugar un kakari alto contra el komoku que quedaba libre, protegiendo de paso el corte de la posición del rincón opuesto al establecer un shicho favorable. Sin embargo, ese día lamentablemente no estaba jugando según la lógica. Me apresuré a fijar la posición con la conexión de Blanco 22 seguida de la extensión de Blanco 24, pero eso fue espantosamente gote, y Lee tomó la iniciativa en el borde opuesto con la extensión de Negro 25.
Contesté con Blanco 26 y 28 para evitar un suberi en el rincón que le quitaría la base a las piedras blancas, y Lee continuó con el shimari de Negro 29.
En este punto el partido ya estaba perdido para Blanco.
Negro amenazaba desarrollar un moyo de tamaño considerable, así que me extendí frente al lado bueno del shimari con Blanco 30, y ante la pinza de Negro 31 entré en el otro borde con Blanco 32 y 34, mientras que Lee se reforzó de un lado con Negro 33 y salió al centro por el otro con Negro 35.
Jugué el ogeima de Blanco 36 buscando conectar mis posiciones y Lee agrandó su rincón con Negro 37 provocando el kosumi de Blanco 38, para luego reforzar una vez más su posición del borde con Negro 39. Con Blanco 40 pude hacer un boshi contra las dos piedras que salían al centro, que Lee reforzó con el keima de Negro 41.
A continuación busqué expandir mi territorio con Blanco 42 y 44, ante lo cual siguió el severo tsuke de Negro 45 y la secuencia hasta Blanco 50, con la cual Lee mantuvo el sente y presionó en el rincón opuesto con Negro 51.
Reforcé mi posición por un lado con Blanco 52 y 54 y por el otro con Blanco 56 y 58, completando mi maniobra defensiva con Blanco 60. Lee agrandó un poquito más su territorio con Negro 61, ante lo cual respondí con el kikashi de Blanco 62 y traté de tomar la iniciativa en otro sector con el tsuke de Blanco 64. Esta jugada blanca fue buena, pero luego del hane de Negro 65 tuve dudas de cómo continuar.
Mi idea era jugar hiki para juntarme con las otras piedras y asomarme a la conexión que había hecho Negro por el borde, pero no me quedaba claro cómo continuar después que Negro jugara nobi en el centro. Jugué entonces nidan-bane (Blanco 66) impidiendo el nobi mientras que Lee me dio atari (Negro 67) en el punto en que yo podría haber jugado el hiki. Siguió naturalmente la secuencia hasta Negro 75, pero el resultado no fue gran cosa porque a cambio de haber asegurado Negro su territorio, obtuve una pared que no quedaba claro cómo podría usar.
Pretendí presionar por un lado con Blanco 76 mientras mantenía un ojo atento al único grupo negro que tenía una remota posibilidad de atacar. Lee entonces reforzó su posición con Negro 77 manteniendo el sente y continuó con el nozoki de Negro 79 movilizando su grupo. A esta altura la posición de Blanco era desesperada porque el balance de territorios era espantosamente desfavorable y no había ningún tema interesante para utilizar la influencia. Entonces respondí al nozoki de manera indirecta con mis propios nozokis de Blanco 80 y 82, a lo que Lee contestó como indica la teoría conectando sólidamente con Negro 81 y 83.
Pensé que si no atacaba al grupo negro terminaría la historia y por otro lado creí ver una manera de mantenerme conectado sin responder directamente al nozoki, así que empujé con Blanco 84 y jugué el sagari de Blanco 86 con la pretensión de atacar.
Lee naturalmente empujó con Negro 87 y ahí comprobé con horror que había leído mal. Si contenía el avance por ese lado, Negro tenía una secuencia para cortar dos piedras, con lo cual el sagari que acababa de jugar quedaría como mochikomi, lo cual sería una vergüenza. Por otra parte, si dejaba irrumpir a Negro entre mis piedras y avanzar en el centro, perdería cualquier remota posibilidad de atacar, así que la situación no tenía remedio.
Estaba considerando abandonar allí mismo cuando llegó la hora del corte para almorzar. No tenía ánimo de ingerir alimento alguno, así que salí del edificio de la Nihon Ki-In y me interné por el caminito de los cerezos hasta que encontré un banco y una mesa de piedra, donde me ubiqué para analizar la posición en una hoja para registrar partidos en la que dibujé con biromes de colores las piedras negras y blancas.
El objetivo del análisis era buscar una manera de abandonar con una cierta gracia, pero no la encontré. Le di vueltas al tema y concluí que lo mejor sería dejar a Negro irrumpir en mi posición para mantener la conexión de los grupos. Esto no solucionaba nada, por supuesto, pero me pareció que entre las distintas posibilidades era lo menos malo.
Cuando retomamos el partido, jugué entonces Blanco 88 a 92, permitiendo el avance del grupo con Negro 89 a 93. Para continuar con una mínima esperanza de atacar debería rescatar mis dos piedras del centro, pero no encontré la manera de hacerlo con buena forma, así que cerré un mínimo de territorio con Blanco 94 y 98 mientras Lee aseguraba su grupo con Negro 95.
Ya casi no quedaban temas de conversación.
Lee Chang Ho siguió implacablemente reduciendo por un lado con Negro 101 y 103 y ganando puntos por el otro con la secuencia hasta Negro 109.
Continuó con la combinación de Negro 111 y 113 que dejaba la posibilidad de dar atari por el centro o por el borde, y con el nozoki de Negro 115 que reactivaba el eterno problema del corte al mismo tiempo que amenazaba aislar una piedra y ganar puntos sobre el borde.
Jugué Blanco 116 para ofrecer una segunda vía de conexión ante el eventual corte de mi grupo y Lee continuó con el atari de Negro 117 y la extensión de Negro 119.
Conecté con Blanco 120 la piedra que podía quedar aislada y Lee, luego de forzar con Negro 121 la respuesta de Blanco 122 para defender una vez más contra el corte, continuó con Negro 123 y 125 en el centro cortando dos piedras blancas.
Aquí encontré un lugar mínimamente elegante para poner fin al suplicio y decidí abandonar.
A continuación nos pusimos a comentar el partido, para lo cual no fue necesario pronunciar palabra alguna dado que fuimos señalando las jugadas sobre el tablero. Creo que el apelativo de "shudan" o "lenguaje de mano" para el Go es ciertamente apropiado.
Indiqué el error de Blanco 22 que debió ser un ikken-takagakari en el rincón opuesto y Lee estuvo de acuerdo. Seguiría un hasami-tsuke contra la piedra blanca de 6 (en el punto en que Blanco jugó 42), ante lo que Blanco respondería en 22, Negro un tachi (pegada a la anterior en cuarta línea) y Blanco 24. De esa manera Blanco ganaría un tiempo con relación al partido. Continuaría Negro 25 y Blanco un tsuke contra la piedra negra de 3 en san-san.
Más adelante, Lee indicó Blanco 44 como otro error, dado que permitió Negro 45. Debió ser un keima en segunda línea desde Blanco 4, presionando al grupo negro del borde. Negro respondería con un ikken-tobi hacia el centro (en el punto en que jugó 123) y Blanco seguiría con 44. La jugada que me enseñó Lee se la vi hacer a Ma Xiaochun, pero a mí jamás se me hubiera ocurrido. Qué difícil es el Go.
Luego, Lee señaló Negro 61 como un error suyo, dado que era una jugada chica. A continuación, después de Blanco 64 y Negro 65, debí jugar el hiki en el punto en que Negro jugó 67. Si Negro respondía en 66 seguiría un tsuke en segunda línea contra la piedra de 43; Negro corta y Blanco continúa forzando a conectar en primera línea colocando a Negro 43 en atari. Sigue Blanco 72 que ahora sería atari a dos piedras, y luego de Negro 73 Blanco daría otro atari en segunda línea, forzando a capturar una piedra. Luego Blanco empujaría en el punto en que Negro jugó 75, y mientras Negro captura dos piedras blancas, Blanco logra que la piedra negra de 51 quede cortada.
Además de ser muy instructivos los comentarios, descubrí una personalidad muy amable en Lee Chang Ho. El "monstruo" tan temido resultó ser simplemente un hombre que ama el Go.
Me puse a mirar la evolución de los otros partidos y vi que tanto O Rissei como O Meien estaban en problemas en sus respectivos juegos con Wang Lei y Chang Hao. A Yoo Chang Hyuk se lo veía preocupado porque no le cerraban las cuentas en su partido con Yu Bin.
Al cabo de un rato decidí bajar al primer piso y noté un clima de velorio entre el público. No sé si se debía a que los dos jugadores de Japón estaban perdiendo o si influía también mi lamentable desempeño después de haberle ganado a los japoneses en las dos rondas anteriores.
Me invitaron entonces a una sala aparte para tener la entrevista para la Go Weekly. Haría la traducción el mismo japonés que lo había hecho frente al público dos días antes. Al empezar la charla me comentó que el maestro Takemiya Masaki, que hacía los comentarios ese día, había criticado muy duramente mi juego.
La conversación empezó con una referencia al partido con Lee Chang Ho, sobre lo cual coincidí con el entrevistador en que la presión que sentí había sido demasiado grande. El desánimo que tenía y demostraba en ese momento me eximía de mayores comentarios.
Expliqué que en el caso de mi partido con Yo mi intención había sido jugar lo mejor posible y tratar de forzar a mi adversario a demostrar sus conocimientos, porque de esa manera estaría mostrando respeto hacia mi rival de primera ronda. Pero cuando tuve que enfrentar a Lee la presión fue doble, dado que ahora eran dos los rivales que había vencido en las rondas anteriores y por otra parte tenía enfrente al Nº 1 del mundo, mientras que para un amateur es muy difícil mantener constante el nivel.
Acerca de Hasegawa Sunao comenté que había dimensionado su fuerza cuando supe que llegó a participar en la liga Kisei, pero el entrevistador desmintió la información (o bien hubo un malentendido). Sobre Yo Kagen comenté que como preparación antes de la segunda ronda había visto algunas partidas suyas y me gustó mucho su estilo, por lo cual sentí una gran paz al pensar que podría salir un lindo partido y que en cierto modo la misma fuerza del rival me estimuló a plantear un buen juego.
Después vino la pregunta sobre cómo estudiaba Go. En ese momento el traductor la expresó así, pero más tarde me aclaró que tenía un matiz: "Usted hace jugadas que ya no se ven más en Japón, China y Corea; ¿cómo aprendió el Go?"
Mencioné mi formación a base de libros, la práctica con japoneses residentes en Argentina, la visita de profesionales al país y la participación en eventos internacionales.
Cuando recordé aquella primera visita de Iwamoto Kaoru a Argentina me pidieron precisiones y comenté que yo era un jugador kyu y que el maestro había jugado con nuestro campeón (por Enrique Lindenbaum) y había transmitido unas enseñanzas que me quedaron muy grabadas. De paso, el traductor me dijo que no sabía quién era Iwamoto y le expliqué que en su momento había llegado a ganar el título Honinbo, mientras empezaba a ponerme nervioso acerca de la calidad de la traducción.
Ante la pregunta de si tenía acceso a internet para aprender, dije que jugaba habitualmente en IGS donde tenía la categoría de 5d*, pero lo que aprovechaba para estudiar era la página de Jan van der Steen.
Me preguntaron acerca del Campeonato Mundial Amateur y comenté que era una competencia muy dura. Recordé que en 1982 Cho Chikun había dicho que "quizás dentro de 20 años" un occidental ganaría el torneo, pero ya había transcurrido ese tiempo y aún nadie lo había logrado. Luego, con ocasión del Torneo Fujitsu de 1989 el mismo Cho dijo que "quizás en 20 años" un amateur de los que participaban en ese torneo ganaría el partido de la primera ronda, lo cual conseguí con mi triunfo en el Torneo Toyota - Denso.
Después me pidieron que señale una jugada de mi partido con Yo Kagen. Estaba por mencionar "Negro 87", pero fueron a buscar una copia del registro de la partida para conversar sobre ella. Entonces indiqué la jugada y expliqué que previamente había sentido el golpe de Blanco 76 y suponía que seguiría un ataque severo sobre mi grupo del centro definiendo el juego, pero que Blanco 86 se asomaba en un sector en el que estaba muy fuerte y Negro 87 cambiaba el flujo del partido (como un río que cambia de curso).
Cuando me preguntaron por mi trabajo conté que estoy en una ONG que se dedica a la promoción para el desarrollo social y económico de comunidades indígenas desde la afirmación de su propia cultura. Esto dio pie a comentar que el contacto con una cultura muy diferente de la europea me había servido para abrir la mente y eso a su vez repercutía favorablemente en mi juego. Pasé a explicar que según mi opinión hay una diferencia entre oriente y occidente desde el punto de vista filosófico, que la manera de pensar propia de Europa se asimila mejor al ajedrez y creo que hay pocos jugadores occidentales que saben realmente "qué es" el Go. Dicho de otro modo, considero que me ha enriquecido tanto lo uno (la relación con las culturas indígenas) como lo otro (el acercamiento a la manera de pensar de oriente a través del Go).
Me sorprendí del giro que había tomado la charla y me quedé pensando que era una linda entrevista, aunque me pregunté cuánto realmente nos estábamos entendiendo. El entrevistador se dio por satisfecho y cuando terminamos, el traductor dio un suspiro de alivio.
Después se acercó la gente de la organización para entregarme el dinero del premio. El monto era mucho mayor de lo que podía haber soñado al comienzo del torneo y me llegó en un momento realmente oportuno, porque el ingreso que había tenido en los últimos años no era alto y los gastos que demandaban todos los movimientos de mi familia me habían llevado a contraer deudas. Me sentí realmente muy agradecido.
Volví un ratito a la sala de juego y me dirigí luego a la sala del público para ver cómo terminaban los otros partidos. Yoo Chang Hyuk no le pudo encontrar la vuelta a la ventaja que tenía Yu Bin y terminó perdiendo por 4 1/2 puntos, mientras que Chang Hao y Wang Lei le ganaron claramente a O Meien y O Rissei. Realmente fue un buen torneo para los chinos y penoso para los japoneses.
Finalmente procedieron a hacer el sorteo para las semifinales. A Lee Chang Ho le tocó con Yu Bin y le preguntaron qué haría con el automóvil que recibiría de premio si ganara el torneo; contestó lacónicamente que no tenía carnet de conductor, provocando la risa del público. A Chang Hao le tocaba con Wang Lei y dijo que tenía sentimientos encontrados para ese partido porque entre ellos jugaban desde chicos.
También me hicieron pasar a mí (!!) y me preguntaron cómo me sentía, a lo que contesté "mal", no por haber perdido sino por haber jugado mal. A los dos días se jugarían las semifinales y el comentarista iba a ser Otake Hideo, así que mi plan era asistir como expectador y aprovechar sus enseñanzas.
De regreso en el hotel fui al saloncito que había con una computadora con acceso a internet y escribí a la lista lamentándome por mi horrible partido. Todos los mensajes que recibí de parte de los amigos de Argentina e Iberoamérica me hicieron sentir muy acompañado y disfrutar doblemente de toda la experiencia. En particular me encantaron las fotos que mandó Kin, junto con la frase: “la fiesta no se acaba”.
LAS SEMIFINALES.
En este tipo de viajes suele ser muy poco lo que hago de turismo. En Tokyo hay
una gran cantidad de cosas para ver, pero las emociones del torneo suelen ser tan fuertes que me dejan poco espacio para dedicarme a otras cosas. El día jueves lo utilicé para repasar los sucesos de los días anteriores, pasear y distenderme un poco.
El viernes se jugaban las semifinales y me dirigí al edificio de la Nihon Ki-In. Llegué relativamente temprano para observar tranquilo la evolución de las partidas.
Ya desde la mañana se trenzaron en variantes complicadas, tanto en el partido en el que Yu Bin enfrentaba con blancas a Lee Chang Ho como en el que Wang Lei desafiaba con negras a Chang Hao.
En el sector destinado a analizar partidos se juntó un grupito de profesionales japoneses a estudiar tanto uno como el otro, siguiendo las alternativas por los monitores y revisando variantes en los juegos dispuestos para tal fin.
Ya desde la apertura se presentaban situaciones complicadas y el grupo de estudiosos proponía una tras otra distintas secuencias jugándolas sobre los tableros a gran velocidad. En una de ésas, uno dio una gran risotada porque en el afán por resolver un semeai complicado en un rincón se había puesto un grupo en atari.
El partido de Lee contra Yu desembocó rápidamente en una lucha de ko que se resolvió a favor del primero a cambio de que Yu tomara la iniciativa en otro sector del tablero.
En el otro partido, Wang Lei parecía estar atacando severamente pero presentaba algunas debilidades en su posición y la pregunta era si ese factor le alcanzaría a Chang Hao para hacer sabaki.
Cuando llegó la hora del corte para el almuerzo, en este partido se había desarrollado una enorme pelea que abarcaba un cuarto de tablero y me puse a estudiarla cuidadosamente aprovechando que se habían ido todos por un rato. Descubrí que Chang Hao tenía una secuencia ganadora, por lo que podía decirse que el partido estaba definido.
En ese momento apareció Michael Redmond y me saludó con gran amabilidad. Le mostré la secuencia que estaba analizando y coincidió en que el partido estaba ganado para Chang Hao. A mí me había quedado un sabor amargo con Michael cuando en 1994 perdí con él por el Torneo Fujitsu jugando muy mal. Ahora, estos minutos de agradable charla tuvieron un gusto muy especial.
Por la tarde empezaron los comentarios de Otake Hideo. En su breve discurso introductorio miró el cuadro de posiciones que había en un mural y mencionó que por ahí “aparecía un katakana”, refiriéndose obviamente a mi nombre. Dijo algo así como que había motivos para estar contentos teniendo en cuenta mi trayectoria desde aquellos primeros años en que había ido a Japón para participar en el Mundial Amateur.
A continuación se puso a analizar los partidos. Sobre el ataque que había lanzado Wang Lei utilizó el calificativo “usui”, dando a entender que Chang Hao no debería tener problemas para repelerlo. De hecho, en ese momento estaba ejecutando la secuencia que habíamos estado viendo con Redmond en el corte, eligiendo muy cuidadosamente el orden de las jugadas, y al rato quedó con una posición ganadora.
Otake se concentró entonces en el otro partido, en el que había algunas jugadas defíciles de entender en el fuseki. Me llamó la atención el respeto con el que hacía mención al juego de los cuatro, con comentarios como “en esta pelea yo intercalaría esta jugada, pero Lee Chang Ho la omitió, así que vamos a confiar en su capacidad de lectura”. En otras oportunidades lo había escuchado criticar duramente el juego de Yu Bin, pero en este caso analizaba cuidadosamente cada una de sus jugadas.
Generalmente acompaña al comentarista principal otro profesional que le hace preguntas para invitarlo a explayarse sobre cuestiones que suele interrogarse el público.
En este caso, la joven que acompañaba a Otake no atinaba a hacerlas, así que él mismo terminaba preguntándose para después contestar.
Lee Chang Ho pareció quedar mejor en la pelea inicial, pero Yu Bin se las rebuscó para montar un ataque sobre un grupo que fue ganando en severidad a medida que avanzaba el juego. Sin embargo, el grupo tenía un ojo y era difícil mantener la dirección del ataque impidiendo al mismo tiempo que hiciera el segundo ojo, por lo cual Yu Bin hizo algunas jugadas sospechosas desde el punto de vista de la forma, que llevaron a Otake a preguntarse si estaría atacando correctamente. La pelea era demasiado difícil para dar un veredicto definitivo.
Wang Lei siguió jugando un tiempo más, pero era evidente que su rival tenía el partido controlado y finalmente abandonó. Cuando apareció Chang Hao en el escenario, Otake le preguntó a partir de qué momento se sintió en ventaja, a lo que contestó señalando una jugada muy al comienzo del ataque que parecía tan severo. Otake reaccionó con un comentario muy elogioso hacia “estos jóvenes”.
El otro partido se prolongó mucho más, pero en determinado momento quedó claro que el grupo vivía y Yu Bin abandonó. Lee Chang Ho se presentó en el escenario y luego de recibir el aplauso del público comentó que había corrido el riesgo de perder si Yu Bin atacaba de manera apropiada. Otake le señaló una jugada que en su comentario había calificado como dudosa y le preguntó si la consideraba un error, ante lo cual Lee se puso a pensar un rato para luego contestar: “puede ser”. Evidentemente la pelea era muy difícil como para sacar conclusiones terminantes.
Quedaban entonces como finalistas Chang Hao, el Nº 1 de China, y Lee Chang Ho, el Nº 1 de Corea y del mundo. Si bien éste era el favorito, creo que si la final se hubiera jugado la semana siguiente Chang Hao tendría buenas posibilidades, porque se lo veía muy enchufado y jugando muy bien.
A la noche fui a visitar a Eduardo y familia. Me recibieron con un rico sushi, un buen vino y la acostumbrada buena onda de Noriko. Rui estaba en la etapa de descubrir el mundo, con una fascinación especial por las pelotas. Siempre es una experiencia muy agradable visitar la casa de López Herrero – Nakagawa.
Eduardo me dijo que habían salido un montón de comentarios sobre mis triunfos contra los profesionales en el sitio de intercambio de noticias identificado como “rec.games.go”, de Google. Entramos ahí para mirar y bajo el título de “Fernando Aguilar strikes again”, uno planteaba que siendo que después de ganarle a Hasegawa hice lo propio con Yo Kagen, cabía preguntarse si no se estaba acortando la brecha entre amateurs y profesionales.
Este planteo provocó la intervención de varias personas, la mayoría europeos, haciendo especulaciones sobre cuál sería mi verdadera fuerza, cuántas piedras de handicap debería darle un profesional de primer nivel a otro de bajo nivel o a un amateur, cómo hice para ganar los partidos, etcétera.
Algunos de los que intervenían habían tenido entrenamiento como insei, por lo cual eran especialmente concientes de la fuerza de los profesionales. Sin embargo, a la hora de buscar los errores que llevaron tanto a Yo Kagen como a Hasegawa a perder sus respectivos partidos, señalaron jugadas que lejos de ser erróneas tenían claramente el sello profesional. Creo que con este par de triunfos rompí las normas y no resultaba fácil encontrar explicaciones sobre lo que sucedió.
Eduardo completó su cariñoso recibimiento regalándome un anuario de la Nihon Ki-In con una colección de partidos de profesionales y llevándome de vuelta en auto al hotel. Por el camino le comenté que me habían quedado muchas dudas sobre la calidad de la traducción en la entrevista que me hicieron para la Go Weekly, y se ofreció a revisar los originales, comunicarse conmigo por correo electrónico y proponer correcciones antes de su publicación.
EL REGRESO.
Todo tiene un final, y llegó el día de tomar el avión de vuelta. El viaje no tuvo contratiempos y llegué a Buenos Aires un día domingo. Me fueron a buscar al aeropuerto mi hermana María del Carmen y mi sobrino Diego junto con Jorge Santkovsky. Me llamó la atención la cara de felicidad que tenían todos.
Por el camino hacia la casa de mi padre mantuvimos una charla animada sobre las alternativas del viaje, que inevitablemente se fue volcando al repaso mental de secuencias de los partidos.
A la noche tuvimos una reunión en el club y nuevamente fui recibido con expresiones de felicidad. La pasé bárbaro entre comentarios, chistes y análisis de los partidos. Después fuimos a comer juntos y me llamó la atención el gesto de repartir el gasto entre todos y no dejarme pagar, pese a que obviamente no me faltaba dinero. Por las reacciones que vi tanto en el club como en las listas de correo electrónico, sentí más que nunca que mi logro era vivido como propio por todos los amigos.
De vuelta en Formosa pude festejar también con mi familia antes de retomar las obligaciones laborales y la preparación de una complicada mudanza que se avecinaba.
En cuanto a los medios de comunicación locales, no hubo ninguna repercusión pese a que Diego preparó una gacetilla de prensa y Hugo Scolnik la mandó a los diarios principales.
Mientras tanto, Go Weekly había publicado una breve nota sobre mi partido con Yo Kagen que pude disfrutar gracias a la traducción que Eduardo colocó en internet. Me resultaba curioso ver en la foto a los mismos que habían estado analizando los partidos semifinales, mirando preocupados el monitor de mi partida. En la nota decía que Kobayashi Satoru, encargado del comentario público, había elogiado enfáticamente mi juego. Realmente me quedé con las ganas de saber cuál había sido su análisis, porque seguramente tuvo mucho contenido conceptual.
Me pareció interesante la síntesis que hizo Yilun Yang 7-dan, a pedido de Hugo, sobre mi partido con Yo Kagen: jugué muy bien y no cometí ningún error serio, mientras que el profesional no hizo ninguna jugada realmente buena, dando como resultado una gran sorpresa en la historia del go.
Semanas más tarde recibí la comunicación de Eduardo en la que me decía que la gente de Go Weekly había accedido a revisar los originales y me mandaba la traducción de todo lo que aparecía como palabras mías. En términos generales la nota reproducía bien el sentido de lo que había querido decir, aunque había algunos errores o diferencias de matiz que podían deberse a problemas de traducción o a la necesidad de presentar las ideas de una manera compacta y elegante.
Le respondí a Eduardo con mis observaciones, dejando librado a su criterio en qué casos valía la pena proponer correcciones y cuáles expresiones podían quedar igual. Al tiempo recibí por correo unos ejemplares de la publicación que salió a fin de septiembre.
Para el fin de semana del 12 de octubre se organizó en Venezuela el Torneo Iberoamericano y Loli Puerta me escribió preguntándome si participaría. Realmente me quedé con las ganas de ir, ya que hubiera sido la ocasión para compartir mi alegría con jugadores de los otros países de la región. Sin embargo, me resultó imposible porque tenía a medio resolver varias cuestiones de la organización familiar, incluyendo dos mudanzas para reubicarnos parte en Formosa y parte en Santa Fe.
El otro “retorno” fue a IGS, donde cada vez que me conectaba recibía algún mensaje preguntándome si yo era el mismo que le había ganado a los 9p. Aquí me encontré con todo tipo de reacciones, desde los más fuertes elogios hacia mí hasta los comentarios más despectivos hacia mis rivales, incluyendo la cuestión nacionalista de coreanos versus japoneses que yo más temía. Realmente hay actitudes para todos los gustos.
EPÍLOGO.
Escribo estas líneas a principios de febrero de 2003. Los meses transcurridos desde el viaje me dan una cierta perspectiva y los acontecimientos recientes me llevan a reflexionar algunas cosas que quiero compartir.
Lee Chang Ho acaba de ganar la final frente a Chang Hao y se verá en la necesidad de obtener su carnet de conductor. Pude ver que el partido fue muy emocionante, para beneficio de los amantes del Go.
Un par de comentarios acerca de las repercusiones de mis triunfos. Por una parte, a nivel local no hubo ningún eco en los medios de difusión, pero lo que tiene valor para mí es la acogida sumamente cálida que tuve de parte de los amigos.
A decir verdad, soy bastante escéptico de los medios desde aquella vez que estuve almorzando con Mirta Legrand en su programa de TV para difundir el go y como consecuencia apareció en el club una sola persona interesada en aprender.
A nivel internacional, las reacciones que he visto parecen indicar que la situación producida por el hecho de que un amateur le haya ganado a dos profesionales de primer nivel es inexplicable. La primera respuesta sería considerarme como un héroe, pero dada mi baja categoría (por ejemplo en IGS), ¿cómo puede ser que haya ganado? Hay algo que “no cierra”.
Encuentro que hay algo de “subversivo” en el hecho, en el sentido de que si el “orden establecido” es que los profesionales superen a los amateurs, mis dos triunfos significan una ruptura flagrante del mismo. Como reacción, mezclados con los elogios aparecen intentos de explicación sobre lo que sucedió para recomponer el orden, que distan bastante de la realidad. Por un lado, cierto menosprecio hacia los que perdieron, cuando su juego realmente no careció de profesionalidad. Por el otro, cierta incredulidad acerca de mi propia fuerza, combinada con una dosis de sospecha de haber “engañado” a mis rivales mediante algún ardid de tipo psicológico.
Mi propia verdad al respecto es que jugué ambos partidos en un excelente nivel en términos relativos, o sea claramente por encima del promedio de mi juego habitual. Logré esto mediante una preparación que me permitió concentrar una enorme dosis de energía en un lapso relativamente corto, revirtiendo de ese modo la tendencia psicológica a “respetar” el mencionado orden.
En lo que respecta a mis rivales, mi conclusión es que Hasegawa tuvo un exceso de cautela y Yo Kagen un exceso de confianza, pero aún así desplegaron ambos un juego que no desentonó con su categoría profesional. En el primer caso, mirando la posición al final del partido resulta claro que Hasegawa utilizó su influencia para hacer territorio, pero si uno se pone a buscar cuál fue concretamente la jugada que perdió el partido no es tan fácil encontrarla. En el segundo es evidente que el “famoso” kosumi de Yo Kagen fue un error, pero menos claro es que se pueda obtener un triunfo por 2 ½ puntos a partir de allí.
En alguna parte leí que Otake Hideo decía que “la responsabilidad del profesional es recoger permanentemente el desafío que plantea el tablero”. Creo que esta frase encierra una verdad muy honda. El Go es un juego complejo, con derivaciones de profundidad insospechada, y nadie puede considerarse infalible. Esto a su vez abre la invitación a internarse en sus laberintos para disfrutar y maravillarse explorándolos.
En los dos partidos que gané, se puede decir simplemente que respondí mejor que mis rivales a ese “desafío del tablero”, lo cual es claramente excepcional aunque no imposible. Releyendo el relato de mis partidos con Yo Kagen y Lee Chang Ho aparece claramente la diferencia de actitud que tuve en uno y otro caso, y la diferencia en mi rendimiento refuerza mi conclusión anterior.
El significado que le encuentro a mis dos triunfos es que se puede jugar bien al Go si uno se lo propone. Ese “jugar bien” es siempre relativo a la fuerza habitual de cada uno y vale para los jugadores de todas las categorías y todos los países.
El Go, con su universo asociado de ideas y sentimientos, es un medio privilegiado para el desarrollo personal y la comunicación interpersonal, y en el futuro podría constiuirse en una herramienta clave para la comprensión y la armonía.
Es en esa perspectiva que quiero referirme finalmente al absurdo episodio en el que perdió la vida Hans Pietsch 6-dan profesional. Según se desprende del relato de los hechos, las circunstancias fueron significativas: estando de gira para difundir el Go por Latinoamérica, es objeto de un asalto perpetrado por unos tipos cuya descripción responde perfectamente a gente que en otro tiempo participó de las fuerzas represivas y luego se dedicó al “negocio” del delito mediante el uso impune de la fuerza.
No podría ser más evidente el contraste entre la personalidad de uno y de los otros: profesionales de la violencia éstos, profesional (y por qué no decir: profeta) del juego creativo, el crecimiento personal y el diálogo fecundo, aquél.
Tengo esperanzas de que el siglo XXI vea a la gente cada vez más dedicada a cosas que realmente valgan la pena.
Sería lo mejor para todos.
Septiembre de 2002
Fernando Aguilar